En este contexto de pandemia posiblemente la programación de la televisión cubana gane más audiencia (o tal vez no), de cualquier manera, sabemos que el espacio de la telenovela es una de las marcas distintas de la identidad nacional, si se quiere. Sabemos, por lo que nos han legado los estudios de comunicación, que las tecnologías de comunicación no son neutras, muy por el contrario, su uso está asociado a determinados valores e ideologías que se promueven, diseminan, como también pueden ser soportes problematizadores del orden social, en función de principios como la igualdad entre otros.

De la mano de Teresa de Lauretis (1987) y partir de sus estudios sobre el cine, también aprendimos que tales tecnologías son, sobre todo, tecnologías de género, o sea, modelan y refuerzan ciertos ideales de ser mujer, hombre, etc. Ampliando la perspectiva de Teresa de Lauretis y a partir de lo que vienen discutiendo muchas feministas antirracistas, tampoco podemos sustentar una neutralidad en materia de cuestiones raciales. O sea, estas tecnologías, proponiéndoselo o no, tienen siempre, una agenda de género y raza (entre otras, obviamente). El problema radica en que, cuando no hay una intención antirracista y antisexista, tales tecnologías se vuelven aliadas de sistemas hegemónicos y de las discriminaciones que a partir de ellos se promueven.

Vayamos al grano. En tiempos de COVID y confinamiento le he dado más atención a la novela que se trasmite actualmente en Cuba: “El Rostro de los días”. La acompaño en el Canal de Youtube Raul Martin Alocubano .

En el capítulo 24 que se transmitió por este canal (no sé si equivalente al orden de los capítulos transmitidos por Cubavisión) una secuencia de escenas me resultó particularmente incómoda, por el modo en que ella reproduce estereotipos racistas y pone en escena lo que varias feministas antirracistas han designado como “la soledad de la mujer negra”, una problemática que obviamente no se da como una condición inherente a los cuerpos negros, sino que es resultante del racismo que estructura nuestras sociedades. El racismo que, a mi modo de ver reproduce esta secuencia de escenas y, por ende, este guión, es estructural y explico por qué.

¿Qué significa que una cosa es estructural? Implica que ella molda, organiza, da forma, base y sustento a un determinado orden social. Cuando decimos que el racismo es estructural eso supone que esta discriminación está en la base (como los cimientos y las columnas de una casa), determinando que las cosas sean del modo en que son. Una de las formas de interpelar las estructuras racistas puede ser preguntándonos: ¿dónde están negras y negros en la estructura social? De estar, ¿de qué modo están, ¿cómo aparecen? ¿en qué posiciones? Son estas preguntas las que quiero llevar para el contexto de esa secuencia de escenas para argumentar cómo en ellas se reproduce el racismo, o por lo menos se peca de reproducir un lugar estructural en el que, mujeres negras, son inferiorizadas.

La escena en cuestión se encuentra a partir del minuto 13, entonces, me pregunto: ¿Dónde y cómo está la adolescente negra en medio de una historia de amor blanca, protagonizadas por dos cuerpos blancos? La secuencia habla por sí, pero coloco aquí algunas respuestas posibles. La adolescente negra está sí, pero como un elemento decorativo, un lugar de no protagonista de la historia de amor. Un lugar de espectadora de una historia de amor blanca, con la que ella probablemente ni se atreva a soñar. Ese “no lugar” es el lugar que el racismo atribuye a mujeres y personas negras. ¿Cuántas protagonistas de historias de amor en las telenovelas cubanas SON PERSONAS NEGRAS? ¿Es que ese lugar no puede ser corporificado, protagonizado por cuerpos negros? Si el amor es una experiencia humana, ¿no ha de esperarse que todxs lxs humanxs puedan ocupar ese lugar? ¿Cómo los medios se compromenten con la lucha antirracista?

Mujeres negras, en la adolescencia son las que escuchan las historias de amor de las amiguitas blancas (doy fé de ello) y no tienen ninguna historia para contar, hasta porque hombres blancos y negros, ambos, son educados para pensar que conquistar a una mujer blanca es lo mismo que alcanzar un trofeo, por consiguiente, lo que resta para las mujeres negras es ese lugar estructural de soledad.
¿Dónde están las mujeres negras dentro de una estructura afectivo-sexual que es racista? Están en un lugar que las produce (sí es producido, no es natural) como feas para que mujeres blancas se sientan bonitas y objeto de deseo. Están en el lugar de la fetichización y objetificación sexual (buenas de cama, culos grandes) que las retira del lugar de merecedoras de afecto (negra pa casarse qué va, negros ni los zapatos!)

¿Dónde están las mujeres negras dentro de una estructura afectivo-sexual racista? Están allí, esperando ser vistas como humanas, consideradas como humanas. O forzándose a caber en un patrón que de por sí nos oprime, que no nos contempla, que no nos incluye. Estamos muchas veces intentando enblanquecer porque el referente de humanidad, de amor es blanco y ¿quién no quiere ser amado y aceptado? Entonces una de las maneras de lidiar con el sufrimiento que el racismo genera es vestir máscaras blancas en pieles negras como dicen Franz Fanon en su emblemática obra titulada así mismo.
Precisan producirse otras narrativas en las que personas negras ocupen espacios como humanas. La lucha antirracista es de todxs, también de personas blancas. Para escribir este texto me inspiré en la cólera que me produjo esa secuencia de escenas y en un post de Instagram de la artista brasileña Luedji Luna (@luedjiluna) que lleva por nombre “Eu planta”.

Referencias:
FANON, Frantz. Piel Negra, más caras blancas. Madrid: Ediciones Akal, 2009 LAURETIS, Teresa. A tecnologia do gênero. In: LAURETIS, Teresa. Technologies of gender. Indiana: University Press, 1987

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