En la segunda mitad del siglo XIX, el 8 de marzo de 1857 en Nueva York, un grupo de mujeres trabajadoras de la industria textil se declararon en huelga para exigir toda una serie de derechos elementales de los cuales eran privadas: como mujeres y obreras. Exigían salarios justos y condiciones humanas de trabajo. Años más tarde, en 1908, 15 mil mujeres nuevamente tomaron las calles neoyorkinas para reclamar aumento de sueldos, jornada laboral de 8 horas, derecho al voto y la prohibición del trabajo infantil.

En la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague en 1910, Clara Zetkin propuso y se aprobó la celebración del “Día de la Mujer Trabajadora”, que se comenzó a celebrar al año siguiente. La primera conmemoración se realizó el 19 de marzo de 1911 en Europa, más concretamente en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. Desde entonces se ha extendido a otros países y continentes.

Clara Zetkin

Unos días después, el 25 de marzo, tuvo lugar el incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist en Nueva York, donde murieron 123 trabajadoras y 23 trabajadores que no pudieron salir del edifico pues habían sido encerrados por su dueño, una práctica usual que evidenciaba la carencia de derechos laborales. Estas personas eran en su gran mayoría inmigrantes. Este hecho tuvo gran repercusión nacional y posicionó con gran fuerza el tema de los derechos de las trabajadoras y obreras.

En 1972, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró a 1975 Año Internacional de la Mujery en 1977 invitó a los Estados a declarar, conforme a sus tradiciones históricas y costumbres nacionales, un día como Día Internacional por los Derechos de la Mujer.

En pleno siglo XXI siguen imperando las desigualdades para las mujeres trabajadoras, porque el trabajo (re)productivo continúa siendo un instrumento de regulación, control y explotación. Junto con el trabajo coexisten otras fuentes de opresión que, al igual que este, tienen como denominador común al sistema de género. No han sido pocas las movilizaciones colectivas desde entonces hasta la fecha. No han sido pocos los movimientos sociales que, a nivel mundial, encuentran las más inusitadas formas de articulación, ocupando las calles, las redes virtuales y todo cuanto sea posible desestabilizar.

Uno de los mensajes que podemos captar de las numerosas movilizaciones que se han sucedido a lo largo del tiempo, es que no tiene sentido seguir pensando este sujeto político –MUJER– en clave universalista y homogeneizadora. Antes de Clara Zetkin, esta lección vino de las manos de Sojourner Truth.

Si tomamos en serio a Sojourner Truth, enseguida nos percataremos de que su histórico manifiesto ¿Acaso yo no soy una mujer? está dinamitando una concepción occidental de género presente en la idea de mujer. Tampoco se puede olvidar que Sojourner Truth estaba precisamente (¡noten qué curioso!), en una Convención por los derechos de las mujeres en 1851, donde apenas estaban siendo reconocidas como mujeres unas pocas: blancas, heterosexuales y clase media. Eso debería servir para pensar en nombre de quiénes nos movilizamos hoy, a título de quiénes exigimos políticas públicas, leyes, derechos y organizamos reivindicaciones y movilizaciones.

Sojourner Truth estaba cuestionando los marcos de inteligibilidad del sujeto “mujer”. Y no solo eso, estaba mostrando que no se llega muy lejos en términos de reivindicaciones políticas y de derechos sin una crítica radical al sistema de género. Si bien hoy es necesario seguir afirmando políticamente esa categoría –mujer– también reconocemos los límites y esencialismos que la circundan. Tales esencialismos son muy bien aprovechados por sectores conservadores que, asociando a la mujer con determinadas partes del cuerpo, practican la transfobia y otras formas de discriminación como el tan llevado y traído “diseño original”.

Que este 8 de marzo podamos honrar el legado de Clara Zetkin, Sojourner Truth y tantísimas otras, otres, otrxs que, al apuntar los límites del sujeto mujer, abren espacios para que otras márgenes: negras, trans, migrantes, no europeas y blancas ad infinitum, queer, dejen de estar aprisionadas siendo objeto de necropolíticas. Que sea un día de lucha, por todes y para todes.

Foto: Anna Shvets.

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Yarlenis Mestre Malfrán

Académica. Licenciada en Psicología Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, 1999. Máster en Intervención Comunitaria, Centro Nacional de Educación Sexual, La Habana, 2004. Doctora en Estudios Interdisciplinares en Ciencias Humanas, Universidad Federal de Santa Catarina, Florianópolis, Brasil, 2021.