El racismo en Cuba se abordaba en un marco estrictamente cultural como consecuencia de vestigios, prejuicios y raíces psicológicas. La profundización en el debate debía asumir el carácter estructural del racismo y las manifestaciones institucionales aun cuando legalmente no encontraran amparo o estuvieran prohibidas y castigadas en los cuerpos legales. Sin embargo, parecía que todavía era una escalada espinosa en la discusión.