Papá estos son los versos que nunca quise leer porque hablan de dolor, encierro y muerte. Y porque estoy oscuro, demasiado oscuro en este lugar donde la luz del sol palidece.
Me merezco estar aquí, ¿soy culpable o inocente? No importa la respuesta. El dilogun del coco ha hablado. Eyeife: “lo que se sabe no se pregunta” y mi camino, ese camino que construiste para mí desde que me llevabas al círculo infantil y me enseñabas el color de las cosas y recorríamos el camino de la casa a la escuela enseñándome la tabla de multiplicar, restar y sumar, la misma que hoy utilizo para saber cuántos días me faltan, ese camino hoy se pierde en esta selva oscura donde entré por voluntad propia.
“Ochosi te salva dijo mi madre” y mírame aquí resguardado del humo y las luces falsas, si supieras cómo es traicionero el destino y a veces Dios es el único que sabe el porqué de las cosas.
Acá los amaneceres son apacibles a pesar del conteo, te acuerdas, esa era la película preferida de mamá, me hizo verla más de una vez cuando era niño y también recuerdo aquellos Diecisiete instantes de una primavera, de ahí tal vez mi gusto por la guerra, una guerra que nada tiene que ver con la patria o con el destino de un país. Una guerra barriotera entre hombres que aún no logran crecer y por eso a veces mueren antes de tiempo como los gitanos del Romancero gitano de Lorca.
Recuerdo el olor a libertad en imágenes que me llegan a flashazos como verte picar mi pollo cada día, o planchar mi uniforme de estudiante de enfermería o te veo suspendido en el aire, como Superman, sin ver la distancia que había del balcón al suelo, aquel día que el grandulón pretendía quitarme la bici que me regalaste el día de reyes.
Mi gusto por la poesía solo regresa ahora cuando el silencio traicionero no me deja otra opción que leer estos poemas alumbrándome con esta fosforera debajo de la sábana. Parezco un fantasma de mí mismo y lloro cuando nadie me ve en este sitio donde una lágrima te puede costar la vida.
Esto es sin promesa, no sé dónde estaré mañana, y me duele cada vez que mi madre pregunta al reducador: ¿Se está portando bien? Solo sé que hay demasiados hombres aquí dentro, demasiados niños aquí dentro, demasiados ancianos, pero puedes estar seguro de una sola cosa: no hay prisión que me aleje de ustedes, mi pensamiento vuela libre y vuelvo a acurrucarme al lado de ustedes en la cama, no me suelten la mano, necesito oír los versos de Martí y de Guillén para conciliar el sueño. Aquí, entre barrotes, me convenzo de que lo único en el mundo que te hace libre es la poesía. Ahora sé el verdadero significado de esos versos que releo una y otra vez del Apóstol cuando dijo: “No hay peor dolor que el del presidio”.
Gracias, tu hijo Rayman Vega Sotolongo.
Tomado de El Nido, de Gustavo Vega Izquierdo, Laia Editora, Santa Fe – Argentina, 2024, pág. 6.
Foto: Kalian. Tomada de FB.
Nota de la editora: hemos realizado algunos cambios para respetar reglas gramaticales que no afectan la esencia del texto. Además, hemos corregido los títulos de las obras citadas por los correctos.