A los 14 años, Bárbara Bécquer disfrutaba su adolescencia con el sueño de ser una gran pianista. Las salas de concierto seducían el imaginario de aquella jovencita quien, ni por asomo, pensaba en el baloncesto. Pero todo cambió cuando un día, en compañía de su hermana y su sobrina pequeña, se dirigía a la heladería Ward, en La Habana.