En las sociedades occidentales, el sistema carcelario ha sido objeto de amplias críticas y debates a lo largo de los años. Me atrevo a señalar que estas disconformidades existen debido a su trasfondo racista que como sociedad aún no observamos lo suficiente. Este debate no es nuevo, sino que está arraigado en la historia de América en su totalidad, y en el trasfondo socio-político-cultural que la conforma. Este trasfondo perpetúa la discriminación racial en todas sus formas: en la educación, en el acceso a la salud, en los medios de comunicación, entre otros (Naciones Unidas, 2020). Además, se ha intensificado a medida que las investigaciones y los datos revelan patrones persistentes de discriminación racial dentro del sistema de justicia penal (Withaeckx, 2016). En este contexto, resulta sustancial explicar por qué las cárceles en el continente americano tienen un trasfondo racista, pero, para esto, es necesario hacer un recorrido histórico que considere las estructuras coloniales y poscoloniales que han moldeado estas sociedades.
La historia de América está marcada por la colonización y la esclavitud. Aunque muchos se muestren incrédulos ante esta afirmación, ambas sentaron las bases de un sistema de opresión basado en la diferenciación racial que persiste hasta hoy. Durante el período colonial, los colonos europeos impusieron un régimen de explotación y control sobre los pueblos indígenas y las personas esclavizadas traídas de África. Este análisis se centra en estas dos comunidades debido a su rol fundamental y su número significativo en la historia de América, así como el impacto duradero, de carácter transgeneracional de la esclavitud y el genocidio de las comunidades negras y marrones en la configuración socioeconómica del continente1 . La trata transatlántica fue uno de los mayores y más inhumanos procesos de desarraigo y explotación de seres humanos, en el que millones de africanos fueron capturados, torturados, transportados y vendidos como esclavos2 en el continente americano.
Es así cómo la esclavitud se torna una institución económica, y también un mecanismo sistematizado de control social que justificaba la tortura y la deshumanización de los africanos esclavizados y sus descendientes. Las “leyes de esclavos” (“slave codes”)3 establecieron castigos severos y desproporcionados para las personas esclavizadas, creando un precursor directo de las prácticas punitivas modernas que aún afectan a las poblaciones negras. En el caso estadounidense, después de la abolición de la esclavitud, la implementación de las leyes de Jim Crow4 institucionalizó la segregación racial y criminalizó a los afroestadounidenses por delitos menores para mantener su control y explotación.
En América Latina y el Caribe, el legado de la esclavitud y de las políticas discriminatorias también se observó en diferentes prácticas que mantuvieron la opresión racial, similares en esencia a los slave codes y las leyes de Jim Crow en los Estados Unidos. Aunque las formas exactas de estas leyes variaban según el contexto histórico y territorial, las estructuras opresivas y de exclusión compartían principios fundamentales. En la época colonial, las leyes de esclavitud en América Latina y el Caribe tenían un impacto directo y significativo en las vidas de los africanos y sus descendientes. Las leyes estaban diseñadas para controlar y explotar a los esclavos, asegurando su subordinación a la clase dominante europea y criolla.
Como grandes ejemplos, están los “códigos de las partidas”5 que, aunque principalmente se aplicaban en España, influyeron en las colonias españolas en América Latina. Estos contenían disposiciones que regulaban el trato y las condiciones de los esclavizados, estableciendo castigos severos e inhumanos, y restringiendo su movilidad y derechos. El código negro o code noir6 de Francia que fue aplicado en las colonias francesas en el Caribe, como Saint-Domingue (hoy Haití), era una legislación que regulaba la vida de las personas negras esclavizadas. Teóricamente, ofrecía ciertas protecciones pero, en la práctica, se utilizaba para reforzar el
control y la explotación.
Después de la abolición de la esclavitud en América Latina y el Caribe, varias legislaciones y dinámicas continuaron perpetuando la discriminación racial. Por ejemplo, en Brasil, aunque no existieron leyes de segregación formalizadas como en el sur de Estados Unidos, se experimentaron prácticas de segregación racial. A principios del siglo XX, hubo políticas que excluían a los afrodescendientes de ciertas ocupaciones y áreas urbanas. La discriminación racial se mantuvo a través de este tipo de prácticas que afectaron socioeconómicamente a los individuos y a sus descendientes de manera transgeneracional.
Estos son tan solo algunos de los ejemplos, pues en muchas naciones de América Latina y el Caribe, el racismo continúa como una consecuencia directa de las experiencias violentas de su pasado colonial. Aunque las leyes formales de segregación pueden haber desaparecido, el impacto de estas regulaciones y elementos históricos sigue resonando en la actualidad, pues es innegable que el racismo se sigue replicando y reinventando.
Una de las costumbres provenientes de la esclavitud es sospechar de individuos en base a su color de la piel o etnicidad, es decir, la manera en que opera lo que conocemos hoy como perfilamiento racial. Este es un problema persistente que contribuye a la disparidad racial en el sistema carcelario: las cárceles son predominantemente negras y marrones, es decir, están racializadas. Esto se da principalmente porque, desde la colonia, quienes sostenían la pirámide social eran, desde más abajo a más arriba, las personas negras y las personas indígenas, respectivamente. Este hecho histórico se traduce en nulo acceso al cumplimiento de necesidades básicas y en una precaria posibilidad de ascensión social. La situación se convierte en elemento que se traspasa generacionalmente, y cuya “salida” es el blanqueamiento de la población a través de la reproducción, que no es más que una promesa vacía que toma al menos tres generaciones en “ver la luz” por cuestiones meramente de azarosidad genética. ¿Por qué menciono esto? Pues porque en este sentido, el blanqueamiento es un proceso lento y depende de la expresión fenotípica de los genes, que puede variar considerablemente de una generación a otra. El resultado de este proceso siempre será incierto, ya que está sujeto a factores genéticos aleatorios. Por tanto, el blanqueamiento poblacional no solo es una solución inadecuada por la gran desigualdad racial, sino que además está lleno de incertidumbres y variaciones biológicas.
Generalmente, las fuerzas de seguridad detienen y registran a personas negras en proporciones mucho mayores que a los blancos (Davis, 2003), basándose en estereotipos raciales (que han sido creados para homogeneizar y controlar a la población afro) más que en un comportamiento sospechoso real. Este perfilamiento lleva a un mayor número de arrestos y, consecuentemente, a un aumento en las tasas de encarcelamiento para las comunidades racializadas. Esto se observa en la práctica del “stop-and-frisk”7 en Nueva York, donde los datos muestran que los afroestadounidenses y latinos son desproporcionadamente parados y registrados en comparación con los blancos.
Las estadísticas muestran que las personas negras son excesivamente arrestadas, enjuiciadas y condenadas a penas de prisión más largas en comparación con sus contrapartes blancas por los mismos delitos. Estudios han demostrado que existe un sesgo implícito en el sistema judicial que afecta la toma de decisiones en todas las etapas del proceso, desde la detención hasta la sentencia (Eddo-Lodge, 2021). Por ejemplo, los afrodescendientes son más propensos a ser condenados por delitos de drogas a pesar de que los blancos consumen drogas en tasas similares. El uso y venta de drogas ocurren a nivel semejante entre distintos grupos, sin embargo, las leyes punitivas relacionadas con el consumo y tráfico de drogas han sido aplicadas de manera desmedida contras las personas negras. Además, las personas negras condenadas reciben tratos y penas más severas que los blancos por delitos comparables. Esto lleva a un encarcelamiento masivo de personas negras, que destruye comunidades y familias enteras, perpetuando un ciclo de pobreza y criminalidad.
Con esto antedicho, las disparidades económicas también juegan un papel crucial en el trasfondo racista de las cárceles. Las comunidades negras a menudo tienen menos acceso a recursos legales adecuados, lo que resulta en una mayor probabilidad de recibir sentencias más serias. Además, la pobreza y la falta de oportunidades económicas incrementan la probabilidad de participar en actividades ilegales para sobrevivir, lo cual aumenta la tasa de encarcelamiento en estas poblaciones.
La falta de educación y oportunidades laborales hace que las personas negras sean más vulneradas8 y, con ello, vulnerables a caer en el sistema de justicia penal. La privatización del sistema carcelario ha exacerbado las desigualdades raciales. Las cárceles privadas tienen un incentivo económico para mantener las altas tasas de encarcelamiento, lo que generalmente se traduce en políticas más agresivas. Las condiciones de estas cárceles son peores y afectan a los presos racializados. La búsqueda de lucro por parte de las corporaciones que gestionan estas cárceles lleva a recortes en programas de rehabilitación, educación y reinserción, reproduciendo el ciclo de reincidencia y encarcelamiento. ¿No nos suena acaso similar a la esclavitud?
La historia de tortura y trato inhumano de las personas negras en las cárceles posee raíces que se hallan profundamente incrustadas en la sociedad. Desde las plantaciones en donde se encontraba la forzosa mano de obra esclavizada, hasta las prácticas de confinamiento solitario y violencia dentro de las prisiones, los métodos de tortura y el racismo han sido una constante. Estos métodos buscan castigar, deshumanizar y quebrar la voluntad de los individuos, reforzando un ciclo traumático y violento transgeneracional de las personas negras. Las condiciones de hacinamiento, la falta de atención médica adecuada y el abuso por parte del personal penitenciario son una réplica colonial y esclavista.
El encarcelamiento tiene consecuencias devastadoras a largo plazo para las personas negras, incluyendo la pérdida del derecho al voto, la dificultad para encontrar empleo y la estigmatización social. Estas consecuencias afectan a generaciones futuras. La marca de un historial criminal impide a muchos ex convictos acceder a trabajos, vivienda y otros recursos esenciales para la reintegración en la sociedad.
El sistema carcelario, tal como lo conocemos hoy, es una herencia directa de las estructuras racistas que surgieron durante la colonia y la esclavitud. La relación entre el racismo histórico y la administración de justicia penal en la actualidad revela un patrón preocupante: el sistema penal ha sido diseñado, de manera implícita, para perpetuar la desigualdad y la exclusión racial. La continua discriminación a través del perfilamiento racial, las disparidades en el enjuiciamiento y la sentencia, y la explotación inherente al modelo de privatización carcelaria, demuestran un ciclo sistemático de opresión que se remonta a siglos atrás. Este problema no es un vestigio del pasado. Es más bien una realidad vigente con conexiones en el pasado, y que demanda un cambio urgente. La transformación del sistema de justicia penal requiere una revisión de sus prácticas y estructuras. Debemos cuestionar lo que hemos dado por hecho toda la vida.
Referencias
Davis, A. Y. (2003). Are prisons obsolete? Seven Stories Press.
Eddo-Lodge, R. (2021). Por qué no hablo con blancos sobre racismo. Ediciones Península.
Naciones Unidas, CEPAL & UNFPA. (2020). Afrodescendientes y la matriz de la desigualdad
social en América Latina: Retos para la inclusión. Naciones Unidas.
Withaeckx, S. (2016). ENAR Shadow Report Questionnaire 2015-2016 on racism and
discrimination in Belgium. Racism and discrimination in the context of migration in Europe.
ENAR Shadow Report 2015-2016.
Notas
- Aunque otras comunidades racializadas, como los chinos y otros grupos asiáticos, también sufrieron
discriminación y explotación, su situación particular y el alcance de su impacto requieren un análisis
específico que excede el enfoque principal de este texto ↩︎ - La palabra esclavos se presenta en cursiva para enfatizar que estos individuos eran seres humanos
con identidad y dignidad, reducidos a una condición de propiedad bajo un método de deshumanización sistemático. Utilizo la cursiva para recordar que esclavo es un término impuesto por el opresor, y no una identidad inherente de las personas que fueron sometidas a estas brutalidades. ↩︎ - Las “leyes de esclavos” eran conjuntos de normas y regulaciones implementadas en las colonias
europeas de América para controlar todos los aspectos de la vida de las personas esclavizadas. Estas leyes legalizaban la brutalidad y la deshumanización en las prácticas esclavistas, imponiendo castigos extremos por infracciones menores y restringiendo severamente los movimientos, las actividades y los derechos de las personas esclavizadas. Su objetivo era mantener el dominio absoluto de los propietarios sobre las personas esclavizadas, asegurando así la continuidad del sistema económico basado en la esclavitud. ↩︎ - Las leyes de Jim Crow fueron un conjunto de leyes estatales y locales en los Estados Unidos, vigentes principalmente en el sur del país desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Estas leyes imponían una estricta segregación racial en espacios públicos y privados, como escuelas, transporte y lugares de recreación. Asimismo, las leyes de Jim Crow incluyeron medidas legales que criminalizaban desproporcionadamente a los afroestadounidenses. Estas leyes ayudaron a establecer un sistema de encarcelamiento masivo de personas negras. ↩︎
- Fueron un cuerpo de leyes redactado en el siglo XIII durante el reinado de Alfonso X de Castilla en
España. Aunque se enfocaban principalmente en la regulación de la vida y la propiedad en la península ibérica, estas leyes también influyeron en las colonias españolas en América Latina. En relación con la esclavitud, los códigos contenían disposiciones varias que regulaban las condiciones de vida y el trato de los esclavizados. Estas regulaciones contribuyeron a la estructura opresiva del sistema esclavista en las colonias, consolidando un marco legal para la explotación. ↩︎ - Fue promulgado en 1685 por el rey Luis XIV de Francia. Este conjunto de leyes tenía como objetivo la regulación de la vida de los esclavizados en las colonias francesas. Aunque se presentaba como una legislación que garantizaba algunas protecciones, como el cuidado médico y la prohibición de la separación de familias, en la práctica, sus disposiciones servían principalmente para mantener el sistema esclavista. ↩︎
- Refiere a la detención y registro de individuos por parte de la policía sin una orden judicial. Datos de la American Civil Liberties Union (ACLU) y de diversos informes indican que estas prácticas han llevado a un alto nivel de discriminación racial y a un incremento en las tensiones entre la comunidad y la policía. ↩︎
- Uso la palabra “vulneradas” en cursiva ya que considero necesario destacar que el término no se refiere a una vulnerabilidad inherente de las personas racializadas debido a su “raza” o etnia, sino a la vulnerabilidad que surge como resultado de factores externos que las someten a condiciones
desfavorables. ↩︎