Estuve en prisión en Cuba. Estuve recluido en prisión durante 6 meses por tenencia de marihuana hace casi 30 años. Fue una experiencia intensa. Fue fuerte ver cómo la mayoría de las personas dentro de las prisiones eran personas negras como yo.
Soy una persona transgénero. En ese momento estuve en la cárcel de mujeres. Fue intenso ver a las compañeras, a las hermanas negras allí por delinquir en una forma que yo siento y pienso no llevaba ese castigo. Inclusive, mi delito, por el cual se me sancionó, no llevaba el castigo que recibí.
Para mí era un aliciente cuando mi familia me iba a ver o me mandaba una carta. Es importantísimo que la familia, las amistades, la comunidad en general, nos hagan sentir que no estamos solos. Cuando uno está en prisión, se pasa de ser una persona con un nombre a ser un número. Además, se siente bastante el carácter militarizado y abusivo de estar en prisión. Estar conectadas, conectados, conectades con el exterior, con la familia, amigos, con las personas que no nos olvidan, es parte fundamental de nuestro viaje como personas privadas de libertad.
Muchas veces la comunidad también se encarga de excluirnos, de separarnos, de hacernos sentir que no somos individuos respetables, que no somos personas por el hecho de “haber delinquido”.
Mantengamos el contacto con las personas privadas de libertad. Mantengamos a esa persona entre nosotros. Mantengámosla conectada al mundo. Mantengámosla viva.
Foto: Tomada de Fb.