La sororidad universal constituye un valor importante en el feminismo; sin embargo, es importante poder cuestionar sus límites reales cuando se tiene en cuenta las dinámicas raciales y de clase presentes al interior del movimiento.

En un contexto en el que se sigue invisibilizando la contribución de las mujeres Negras en las luchas feministas, es válido cuestionarse: ¿qué precio han tenido que pagar estas mujeres para alzar y amplificar sus voces emancipadoras, dentro de un movimiento que sigue centrándose en las experiencias de las mujeres blancas y en una “feminidad” hegemónica que pretende ser universal? Aunque la participación de las mujeres negras en movimientos feministas no es reciente, ha sido invisibilizada de manera sistemática de la construcción de su genealogía.

Es cierto que el sexismo y la misoginia marcan las experiencias de todas las mujeres. Las mujeres Negras también se enfrentan a la misoginia que se combina con el racismo y reproduce representaciones violentas y perjudiciales de ellas. No se trata tampoco de querer presentar una imagen homogénea y universal de la mujer negra que existe y resiste de formas muy diversas. Se trata más bien de identificar los estereotipos que se siguen reproduciendo sobre ellas y que también están presentes en los círculos feministas.

En un contexto en el que las sociedades occidentales, en su pacto con la blanquitud, valoran, elevan y protegen la “feminidad” como blanca, vulnerable y frágil; las mujeres Negras se sitúan en una dicotomía (ser mujer y ser negra) al transgredir estas categorizaciones reservadas a las mujeres blancas. ¿Cómo se refleja esta dicotomía en un contexto de conflicto y tensión en los espacios feministas donde las mujeres negras pierden el derecho a esa “feminidad universal” y son asumidas en el papel de agresoras? Cuando las mujeres denuncian el sexismo en ámbitos públicos mixtos (no reservados a mujeres), se les considera histéricas o demasiado sensibles, mientras que cuando se trata de hablar contra el racismo en círculos feministas mayoritariamente blancos, las mujeres Negras son vistas como agresivas e intimidantes.

 “¿Qué mujer aquí está tan enamorada de su propia opresión que ya no es capaz de ver la huella de su talón en el rostro de otra mujer? ¿Qué mujer aquí utiliza su propia opresión como su boleto a las filas de los justos, lejos de los vientos helados del examen de conciencia?”

Audre Lorde, The Uses of Anger. Women’s Studies Quarterly, 25(1/2), 278-285.

Los lugares de trabajo y el activismo feminista reservados a mujeres deberían ser un refugio contra el sexismo y la opresión a los que se enfrentan ellas en contextos mixtos. Sin embargo, para muchas mujeres Negras, estos lugares de activismo y trabajo son a menudo espacios inseguros y violentos donde sus reivindicaciones pueden ser percibidas como demasiado agresivas y peligrosas. En estos contextos, hablar del racismo y de la supremacía blanca, es visto como un acto dirigido a dividir e incluso diluir el movimiento. Como mujeres, si queremos formar parte de esa hermandad universal, estamos obligadas a dar prioridad a las luchas “unificadoras” que centran las experiencias de las mujeres blancas. Sin embargo, no se trata de segregar el movimiento. De hecho, la segregación siempre ha estado presente en estos espacios, en un contexto en el que las mujeres negras siguen siendo excluidas de los espacios de decisión y ausentes de los debates feministas importantes. Por demás, el feminismo es un movimiento en el que el discurso dominante todavía coloca a las mujeres negras en una posición de tutela, en la que solo tenemos derecho a existir como sujetos pasivos cuando se trata de ser salvadas por el feminismo universal.

Es probable que muchas mujeres no se identifiquen con este texto. Habrá incluso quien denuncie este texto como divisivo e identitario. Esto no es una fuente de preocupación. Este texto se dirige a las mujeres Negras que a menudo se sienten excluidas de un movimiento que quiere universalizar sus experiencias y pretende silenciar sus voces emancipadoras con el pretexto de no causar división.

La movilización feminista seguirá fragmentada mientras el feminismo institucional siga silenciando las voces emancipadoras que denuncian la supremacía blanca y la colonización. Si queremos construir una verdadera solidaridad entre los movimientos feministas, debemos abandonar una visión universalista y hegemónica de la “feminidad” y del “feminismo blanco” y acoger el potencial de un feminismo, descolonizador, antirracista y emancipador. 


Bibliografía

Almeida, J. (2019a). “Les limites de la strong black woman” [Blog article] on jadealmeida.com. 14 March 2019.

Hall, S. (1997). Culture, media and identities. Representation: Cultural representations and signifying practices. England: Open University Press.

Lorde, A. (1981). The Uses of Anger. Women’s Studies Quarterly, 25(1/2), 278-285.

Foto: Joel Muniz

Written by

Marlihan López

Activista afrofeminista y organizadora comunitaria que aborda temas como el racismo antinegro, la violencia sexual de género y sus intersecciones. También ha organizado con movimientos como Black Lives Matter-Montreal y Montreal Noir en torno a cuestiones como la brutalidad policiaca. Es vicepresidenta de la Federación de Mujeres de Quebec y coordinadora del Instituto Simone de Beauvoir de la Universidad Concordia. También es miembro cofundadora de la Coalición para la desfinanciar la policía en Montreal.