Mane Ferret

ya no puedo sentarme en el mirinda
aquel bar tan acogedor del raval
de donde el dueño moro me ha echado
por escribir tu nombre infinito
en todos los manteles de hule
con una cuchilla roma
no puedo atravesar el mercado
a probar las uvas sin tu boca
ni me atrevo
a acariciar el quimbombó de los estantes
ni las papayas
ni los alcahusiles
el barrio donde una vez vivimos
mágica y góticamente
me ha sido vedado
como si se hubieran extinguido
aquellos rostros profundos
los acordes de miguel
sus uñas de tela
afincados a una vida de muerte
pinchándole con los ojos por las esquinas angostas
cariñosamente meadas
ya no puedo volver a la isla que me parió
donde las palomas se crían
como cosa sagrada
donde todo es esencial e intenso
y existen la palabra perdón
y la palabra ayuno
me he quedado con este camino
que ahora transito tan ligera como un alma.

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