Rocío Aballí la conocí hace muchos años. Teníamos amigos en común. Amigos que la querían mucho. Con el tiempo, que va separando a la gente —mandando de viaje a algunos, mudando a otros—, nos dejamos de ver.
Gracias a las redes sociales y a una amiga de Brasil, choqué con su página de Instagram: @rocioaballi. La página de una mujer cubana, mestiza, fotógrafa y pornógrafa. Mi asombro fue total: aquella muchacha tranquila, que hablaba bajito, suave, estaba metida de lleno en un mundo estético muy sensual, pero al mismo tiempo muy preciso, muy fuerte.
Después de varios meses bien jodidos, este descubrimiento me trajo mucha esperanza. A pesar de todos los problemas y las cosas feas de la isla, la gente, los jóvenes y los no tan jóvenes, están haciendo muchas cosas. Hay un montón de planetas de diferentes tamaños, de muchos colores y sabores. Espacios nuevos que le dan una atmosfera diferente al país.
Rocío y yo nos pusimos en contacto y volvimos a conectar. Esta entrevista es parte de esa conversación. Pero será una charla incompleta si los lectores no visitan su página (@rocioaballi), para entender un poco mejor este país.
¿Cómo defines tus fotos?
Te voy a responder cómo me gustaría que se sintieran. Quisiera que fueran como líquidas, pero con cuerpo, con carácter. Que, aunque breves, fueran intensas, descaradas.
No sé si está bien decir que son fotos pornográficas… ¿Por qué hacer fotografía erótica o soft porn?
Me obsesiona la imagen, y todos los caminos posibles con ella: cómo cambia todo con un poco más de rojo o más cerca, o desenfocado, o grande o pequeño; la relación de mi cuerpo con la imagen, en disposición a la cámara, mi respiración cuando decido hacer el disparo, apretar el obturador, en ese momento y no en otro, y eso… ¡lo cambia todo! O luego con el mouse: la manera en la que mi pulso mueve una luz, un show, la manipulación de los píxeles, que no es más que toquetearlos, moverlos, zarandearlos, hacerlos vibrar (creo que todo va de cuerpos, y de la manera en que los movemos y sentimos desde y con él).
El porno, pues, es otra búsqueda.
¿Puedes ahondar más en esa idea?
Es importante en este punto comentarte que con la imagen busco placeres. Necesito sentir placer, papi. El placer, para mí, va también de plenitud y despojo de miedos. Creo que la libertad se parece mucho al placer. Poder ver, mostrar, una imagen sin miedo: una pinga, un bollo, o el espacio que hay entre eso y todo lo demás. La relación que busco crear con mis imágenes es desde mí como sujeto: mujer erotizada, erotizante, corporal y curiosa.
¿Ves mucho porno?
Ja, ja, ja… Veo pornografía todo el tiempo, papi, estoy trabajándola. Si no soy la mujer con mayor cantidad de archivos de pornografía cubana en esta isla, lo seré dentro de poco.
Debe ser raro estar en eso todo el tiempo.
Tengo un amigo que me dice que no sabe cómo hago para poder ver porno todo el día sin estar todo el día masturbándome; tengo una amiga que me pregunta si no me repugno de ver tantos bollos y pingas, y mi novia cree que el fin de semana tiene que sacarme mucha, mucha leche, que voy acumulando durante toda la semana mientras trabajo… Ja, ja, ja.
Así que cualquier día puedes llegar a mi casa y verme concentradísima frente a mi computadora, dibujando putas, saturando algún hilo dental, acercando alguna pinga, enfocando unos pezones, contorneando una boca, texturizando salivas, sacando brillo en unas nalgas… Y mientras, podemos ponernos serios y hablar del calor y de lo mala que está la cosa.
A mí me encantan las fotos pornos cubanas, esas que se filtran y la gente se pasa de mano en mano. Hay un nivel de realismo, de imperfección, y a veces una textura pedestre o miserable que me calientan mucho. ¿Has usado esas fotos?
El porno cubano habla tanto, tanto, de este país, eso pedestre y miserable que calienta tanto, esa imperfección, eso que está en el sexo, en los cuerpos, en los fondos; ese sudor, la manera en que los cuerpos se mueven, ese autogoce tan aplastante, de juego más absoluto; los sonidos de fondo, los textos compartidos, la escenografía completa, escenas completamente antropológicas, el ritmo en una isla llena de deseos…
Entonces, desde tus fotos, también estás hablando de Cuba, de la sociedad, de las carencias…
Como durante mucho tiempo estuvimos excluidos de los referentes de cualquier tipo de información visual, con la llegada de Internet estamos siendo devorados, una vez más, por la colonización más absoluta del cuerpo (y de todo): cómo debemos pensar, vernos, sentir, singar, gozar. Y seguimos viendo los cuerpos como algo que hay que esconder.
Quiero hacer porno cubano. Al menos aportar algo a eso desde mis más auténticos derechos: como mujer, cubana, fotógrafa y puta. Mostrarnos desde la dignidad, desde la autonomía, desde nuestras propias urgencias, realidades, fantasías. No hay líquidos prestados, ni ganas, ni modos, ni placer. El porno, las putas y la leche existen: merecen ser representados.
¿Por qué solo mujeres? Veo pocos hombres en tus retratos.
Soy una feminista sexualmente positiva. El cine y la fotografía nos ha absorbido en un disciplinamiento del cuerpo, y en particular del tratamiento del cuerpo femenino. La pornografía ha sido un espacio históricamente dominado por el falo y lo androcéntrico del poder. Un sistema heterosexual, heteronormativo y capitalista nos muestra qué ver y cómo. Al parecer, lo que no está representado es como si no existiera, como si una parte de nuestros sentidos estuvieran muertos o en pausa.
Quiero representar la sexualidad, y hacerlo desde representaciones disidentes. Quiero hacer imágenes pornográficas en Cuba que pongan en duda la naturalidad de toda jerarquización, desde la provocación de las formas, porque la estética en el sexo es vital. Quiero, como mujer, ser sujeto activo de las narraciones de nuestros placeres, de nuestras excitaciones.
¿Cómo gestas cada imagen? ¿Cómo es ese proceso? Explícamelo con calma. ¿Buscas modelos? ¿Cómo las encuentras? ¿Son amigas? ¿Les pagas? ¿Trabajas sola?
Hasta ahora ha sido un proceso muy solitario, una búsqueda muy personal, y por supuesto intimísima. Descubrimientos que voy teniendo de a poco, conmigo misma, con alguna amiga, y con el porno cubano.
Los equipos son algo a lo que cada vez le presto menos importancia, aunque cada vez soy más consciente de su impacto. Siempre fui una obsesiva de la calidad de la imagen, de la iluminación impecable, de la limpieza del encuadre y de la perfección del movimiento. Pero en algún momento me aburrí, creo que eso viene de crecer.
Quiero una narración en la imagen que vaya más allá, y quise experimentar con la imperfección. Aunque te confieso que detrás de esa imperfección hay un cuidado meticuloso de los detalles. Una cámara profesional o un celular, flash o luz de una lamparita de noche: las ganas y las miradas varían, me sirvo de eso y lo gozo.
Por ejemplo, si uso capturas de pantalla de pornos cubanas de los años 90, la definición es malísima; pero una parte del proceso, muy interesante para mí, ha sido justamente eso: he estudiado mucho las técnicas de resolución, recuperación y multiplicación de píxeles, y es tan sexy… Uso una técnica que es como acariciar microscópicamente el ruido, como suavizarlo, y a veces estoy mucho rato, por ejemplo, en una lengua. Removiendo los píxeles de la lengua de algunas de las putas más clásicas y ricas del porno cubano, con las que quizá hasta tú te has masturbado… Yo las ilumino, las lleno de color, las detengo en una foto, en otro tiempo…
He almacenado tantas imágenes de putas que me invento sus historias, sus vidas. ¿Dónde estarán ahora? Es como un romance: he hecho búsquedas en internet por los nombres de los archivos, o por los nombres de las carpetas en las que han llegado a mí; he intentado encontrarlas.
Tengo una experiencia especial con una, es como mi musa. Fue una de las primeras putas del porno cubano que vi, y siempre la guardaba. Es de esas tan bellas que, en una grabación de VHS con tan mala calidad que no puedes ver ni los colores, ves sus movimientos y piensas: es tan simple, ella solo está gozando, y no hace falta nada más para quedarte mirándola, vacilándola: la exuberancia de la frescura de una mujer cubana.
Es de esas clásicas mulatas blanconazas, de las que ya no ves porque se las llevaron, papi. Los europeos nos las robaron. Me la imagino en Italia, no sé por qué. A esa la busqué tanto que encontré imágenes suyas con ropa de calle, en una fiesta normal, con amigos, en una escena cotidiana… Y lloré.
El color es protagonista en tus fotos, al mismo nivel de lo sexual. ¿Cómo escoges los colores?
Mi mamá es blanca y mi papá es negro. La mitad de mi familia es completamente negra, empezando por mi tatarabuela, a la que pude conocer porque duró 123 años. Vivió la esclavitud, imagínate. Ella era negra azul. La otra mitad de la familia es blanca de ojos azules y verdes. Mi hermana es jabá.
Fui consciente muy pronto de la importancia que le dan las personas a los colores; todo a mi alrededor ha tenido que ver con eso. Mis primeros referentes son un delicioso batido de chocolates: más claros, más oscuros, unos blancos más intensos que otros, o más rojos o amarillos. Y estoy yo, mestiza, producto de esa mezcla de colores. Lo cual, además de haberme hecho intensamente compleja, me ha convertido en una mujer obsesiva de los matices.
Sé que todas las combinaciones son posibles, y con el tiempo he aprendido a usar eso en mis imágenes y a disfrutarlo mucho. Juego con eso.
Me llama la atención que tus fotos son muy eróticas, pero al mismo tiempo no son nada fresitas: tienen una dureza intrínseca interesante.
El sexo no es fresita, papi, al menos no el sexo rico. La vida no es fresita, las ganas y los líquidos tampoco, las cubanas mucho menos.
Vaya, que aquí no cultivamos ni fresas. A no ser las de los campos, que son salvajes.
¿Tienes algún fetiche? Yo soy muy de axilas, y en mis trabajos se nota eso.
Creo que tengo un amplio espectro ahí, ja, ja, ja…
Llevamos un rato hablando y me parece que no acabo de conocerte bien. ¿Quién es Rocío Aballí?
Como tú eres de escenas y yo de imágenes, voy a construir algo para los dos:
Sería una foto de las que se hacen aguantando la respiración, intentando no moverte mucho porque hay poca luz. Una foto imperfecta, con los píxeles un poco a flor de piel, un poco en movimiento, y un poco desenfocada también. De noche, probablemente en una cama. El personaje podría estar escuchando radio cubana (escucho mucha radio, de madrugada suelo trabajar escuchándola mientras fantaseo con tener algún día mi propio programa, de esos que solo escuchan los custodios). También estaría tomando ron Santiago.
Para poder definir la imagen, quizá tendrías que quedarte mirándola más tiempo de lo normal. Seguro habría detalles que de pasada jamás verías, y esos serían justo los que a mí me interesaría que vieras. El tiempo, definitivamente, tendría que ser un punto importante en ese vaciloteo…
Así que quédate tranquilito un rato, para que veas bien. Espera a que la pupila se te dilate.
Ja, ja, ja, me encanta cómo le huyes a las definiciones. A ver, te pregunto otra cosa. ¿Cómo llegas a la fotografía?
Mi papá tenía una Zenit, y se la pasaba haciéndonos fotos. Creo que soy de las pocas de mi generación que tiene tantas fotos de niña. Y no detrás del cake, o encima de la cama con regalos: tengo fotos realmente buenas. También mi mamá (quien, por cierto, es una mujer bella) tiene una colección desde todos los ángulos.
Muy pronto aprendí a hacer fotos con mi papá. Tengo impresa, como un amuleto, la primera foto que hice: a él, en la avenida que va para Varadero (soy matancera). Todavía hoy, los encuentros en casa terminan con un visionaje de fotos familiares: mi mamá las saca, orgullosamente; las tiene clasificadas por época, tipo, integrante… jaja. Creo que siempre quise hacer fotos.
Luego entré al ISA, con 17 años, y estudié dirección de fotografía. Toda una aventura. Gran punto de giro. A los 18 me dio un derrame cerebral, otro gran punto de giro, y seguí con la fotografía.
¿Cómo es un día normal en tu vida?
Aunque tengo muchos planes y soy de las que me hago lista de tareas, en esta isla he aprendido a tratar de fluir con lo que vaya pasando, para no volverme loca. Pero, fijo, trabajo mucho. Necesito trabajar para estar bien.
Un día normal: despierto junto a mi jeva, con la que sexúo deliciosamente para poder ponerme de buen carácter. Preparo un café (qué delicioso momento el de ese café) y ahí vamos hablando de cualquier cosa, de los sueños que tuvimos durante la noche, y ella me puede contar algún pasaje del imperio bizantino, o podemos terminar leyendo algún artículo de un manual de zoofilia que es una frikada, y ponernos a teorizar al respecto. En ese rato de la mañana puede pasar cualquier cosa.
Luego llego a mi palacio virtual, mi casa/estudio que comparto con un amigo superfriki también, mi partner intergaláctico, con quien estoy aprendiendo y trabajando mucho las realidades extendidas, la imagen en 360 grados. Cuando yo llego él ya puede tener las gafas virtuales puestas, esperando para enseñarme el descubrimiento que hizo en la madrugada con el tilt brush. Entonces me pongo otras gafas yo, y es como si tuviera un viaje mañanero al espacio.
Me preparo y hago más menos una hora de ejercicio. Luego, a trabajar.
¿Tienes un segundo trabajo? ¿De que vive una fotógrafa como tú en esta isla?
¿Cómo vive una fotógrafa como yo en esta isla? ¿Cómo? Me repito esa pregunta como un mantra. No lo sé, Carlos, a veces no lo sé. Una mujer a la que amo me dice: “Recuerda el sabor de mi bollo, yo recuerdo el tuyo, y mi mano atenaza en tus caderas como una llave mortal, dos luchadoras en pleno esfuerzo amoroso”.
Así, con ese tipo de pensamientos, sobrevivo.
¿De qué vives tú?
Sobre todo, de mis textos y de escribir guiones para otros. Pero es muy inestable, hay que estar todo el tiempo inventando… ¿Alguien te ha hecho un encargo? Onda: quiero que me retrates con mi jevita.
Estoy esperando. Porque ya sabes: ¡Todxs somos pornstars!
¿Le dedicas mucho tiempo a las redes? ¿Cada cuánto tiempo publicas?
No. Uso Instagram, sobre todo, porque es la manera de ver imágenes de artistas que me interesan, pero las publicaciones las hago cuando me entran ganas, que no es siempre.
Hago días completos de saneamiento tecnológico: bloquear todo en el teléfono, solo dejar activas las llamadas y los mensajes, a lo clásico.
De las artistas visuales cubanas, ¿quiénes te inspiran?
Por su arte, y por lo que han logrado hacer como mujeres con su mirada en este país: Belkis Ayón, Marta María Pérez, Rocío García y Tania Bruguera.
¿A qué aspiras en el tema de exhibición?
Aspiro también a exponer, claro. Ojalá fuera una exposición para celebrar la dignidad del deseo.
¿Qué es lo próximo?
Trabajo en esto: erotismo y pornografía cubana, la imagen de las putas cubanas, de mujeres prosexo. Me encantaría poder hacer redes de putas, contactar a algunas. Incluso he pensado en hacer, junto con mi novia, un podcast de y para putas. Ojalá pueda. Aquí hay un punto importante con las leyes del país, que no hacen sencillo nada de esto.
Quisiera poder hacer videos posporno, porno cubano hecho por mujeres. Quiero llevar a las cubanas a experiencias inmersivas de porno: riquísima pornografía cubana en realidad virtual.
Mi amiga Janis me está embullando para que escriba las experiencias y los descubrimientos personales que estoy teniendo con la pornografía en Cuba…
Quiero que las personas quieran que las fotografíe en sus camas, en sus baños, contra sus paredes o contra las mías, así, y que luego impriman esas fotos en grande y las cuelguen al lado de sus camas, sin miedo. Quiero que perdamos los miedos. ¡Cómo quiero cosas, Carlos! Que por querer no se diga…
Imagen de portada: Rocío Aballí, Yo en rosa.
Entrevista tomada de Hypermedia Magazine. Publicada con autorización de su autor.