Privilegio es que haya ido a la universidad, porque hay quienes tuvieron que salir del preuniversitario directo a trabajar para ayudar a sus familias.

Privilegio es que ahora mismo esté sentada en cualquier rincón del planeta, mientras ya pienso que el verdadero disfrute tiene la dirección del Malecón, hoy desierto por el toque de queda.

Así entre privilegios y faltas, existen muy pocas cosas que no lo son. Todo depende de los ojos que lo lean. No obstante, el veganismo no lo es.

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En la mesa de mi casa se fundó el afroveganismo cubano. En muchas ocasiones mi madre solo podía poner arroz y frijoles escasamente sazonados. En otras, con mucha suerte, y luego de pasarse una semana sentada a la máquina de coser, me mandaba a la pescadería de Dolores y 19 a comprar una cajita de picadillo de pescado que había que estirar con una salsa entomatada para que alcanzara para el otro día. Éramos 5 bocas y ese día éramos también pescado-vegetarianos.

El agua con azúcar o la limonada, en días de fiesta, eran las bebidas refrigerantes del momento. A veces no teníamos los 25 kilos que costaba la leche y además había que guardarla para desayunar.

El “periodo especial” volvió a plantear el dilema del vegetarianismo, solo que esta vez no únicamente para las familias empobrecidas sino para casi toda la población del país. La pasta de ají vegana se inventó en Cuba en los 90, el bistec de toronja, el dulce de coco de zanahoria. La mayor de las Antillas tiene una larga tradición de comida vegeta.

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Poder escoger si comes esto o lo otro constituye el verdadero privilegio. Hay mucha gente que no tiene qué llevarse a la boca. Si aun después de tener esa posibilidad escoges productos cárnicos, no me eches la culpa a mí de tus elecciones. Tú escoges y yo también. En mi cosmovisión no debería ser una opción alimentarse a costilla de las hembras y los bebés de otras especies tan animales como nosotres. Sin embargo, como mismo defiendo mi derecho a comer solos productos veganos también respeto el tuyo de alimentarte como desees.

Pongámonos serias. Lo de la interseccionalidad o era un cuento de hadas o la usamos a nuestro antojo para realizar ciertos análisis o demandas y para otros no. No puede ser posible que tratemos de salir de una opresión y al mismo tiempo legitimemos otra. El especismo y la interseccionalidad son los contrarios de la lucha.

Así que no me hagas ese cuento. Tampoco me digas que la negritud va por un lado y el vegetarianismo/veganismo por otro. Mejor dime que eres omnívora porque quieres, porque así lo deseas, por costumbre, por tradición, por pereza, y yo diré lo mismo de mi veganismo. Pero no me vengas a hablar de privilegios. Como ya te dije, privilegio es tener algo que llevarse a la boca.

Foto: Oladimeji Ajegbile

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Written by

Sandra Heidl

(La Habana, 12 de septiembre de 1973). Psicóloga, activista, bloguera, editora de género e investigadora. Licenciada en Psicología, Universidad de La Habana, 1996. Diplomada en Género y Comunicación por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, 2005. Máster en Estudios de Género, Universidad de La Habana, 2008.