Si de algo puede servir haber presenciado o conocido lo que sucedió es para darnos cuenta de que el patriarcado nos puede y la presión social también. Yo aborrezco la violencia, me opongo a ella en cualquiera de sus manifestaciones, incluso mis amigas varias veces me han dicho que yo me paso con lo del Peace and Love. Sin embargo, creo que acá hay muchas más aristas y análisis no para aprobar o desaprobar comportamientos, sino para entender quizás qué pudo haber sucedido.

¿Qué es lo que en realidad molesta del golpe que profirió Will Smith a Chris Rock? ¿Es que lo haya hecho o que lo haya hecho en los Oscars y nos haya arruinado el espectáculo? ¿O que haya sido lo más comentado de la noche para sacar del aburrimiento galas que cada vez son menos atractivas? (Según algunos, porque yo nunca he visto una). ¿Sería igual o más condenable que lo hubiera hecho tres meses después en un Starbucks? ¿Es que haya defendido con violencia? ¿Es que no haya pegado Jada? ¿Es solo eso lo único que debería molestarnos? El espectáculo, en buen cubano, no se jodió, Chris mantuvo la compostura y la ceremonia siguió su curso. ¿Que no fue la misma? Seguro que no. En algún punto olvidamos que los artistas y personas públicas son también simplemente personas y están muchas veces atravesadas por las mismas situaciones que “los simples mortales”, que lidian afectivamente con muchas de nuestras carencias y que todos en esta vida, vamos un poco rotos por dentro.

El cabello para las mujeres es un asunto profundamente ligado a su feminidad (históricamente ha sido así, por suerte nos vamos deconstruyendo), a su visión de sí mismas. El cabello es espacio de poder y no solo de forma simbólica. Para una mujer negra lo es aún más porque es una parte del cuerpo que otros han intentado cambiar y modificar durante siglos, que han intentado doblegar de forma agresiva e invasiva con químicos y dolores para acercarla a un estándar de belleza que niega la suya propia, que la borra. Aun así, para muchas mujeres, no importa lo que hagan con su pelo, cuánto se lo estiren, no llegarán a ser lo suficientemente bellas porque al lado de una mujer blanca, esta lo será más porque tú, negra, naturalmente no eres lo que ella es, tú tienes que violentarte para serlo. “Para lucir hay que sufrir.” Y luego, no es cualquier pelo, tiene que ser además largo, porque si es corto eres un macho o quieres serlo, o eres lesbiana en palabras más amables y, sobre todo, tienes que justificar por qué lo llevas así. Tienes que explicarle a la gente por qué, para que no te ataquen o para que sean condescendientes contigo, lo que es decir, menos violentos: “lo lleva así porque tiene cáncer”, “lo lleva así porque está enferma”, “lo lleva así porque es lesbiana.” O, tiene que mentir porque le avergüenza: “en realidad, sí me gusta corto, quería cambiar de look”, cuando en realidad tuvo que hacerlo porque su salud mental está desajustada o padecía pediculosis, pero si dice la verdad, en la primera versión le tienen lástima y en la segunda, la juzgan pensando que le faltó higiene, o le huyen porque a lo mejor puede contagiar. Pararse todos los días frente al espejo real y el de tu familia y amigos, del mundo y pensar si seguirás siendo lo suficientemente bella porque el patriarcado dijo que las mujeres como tú no son lo suficientemente mujeres o lo suficientemente hermosas, no es tarea sencilla.

Aquí muchos hemos puesto fotos en redes que ocasionalmente no van de la mano con lo que está aconteciendo en nuestra vida real. Por más campañas sobre eso que hayas hecho, lo de que si el cielo te manda limones haz limonada no es a veces tan sencillo como parece y también tiene su costo. Una ve a alguien en determinada foto de su vida, instante, lucir su calvicie, identidad o lo que sea con orgullo pero eso no habla de toda la batalla personal que hubo detrás para llegar a ese lugar. ¿Sabemos acaso lo que representa a nivel emocional para una persona que no está dentro de las normas que otros impusieron, tener que dar todos los días explicaciones sobre quién es o sobre su cuerpo para que te den permiso a existir? Y es explicar, es hacerte valer.

Todas las personas que, para ser lo suficientemente lindas o buenas, han tenido que navegar con su identidad sexual y de género, con sus libras de “más”, con su color de piel, con el intentar ser los mejores de clase, los más educados para que les toque el mínimo de falsa benevolencia que antecede al ‘pero’, en oraciones tipo: “ella es negra (inserte aquí lo que quiera) pero…”.

La gente no reacciona como queremos sino como pueden y aquí está el fallo colectivo. Pensamos que los artistas y personajes públicos tienen que controlar sus emociones, guardar la compostura y entonces fantaseamos con las posibles reacciones: “No tenía que haberlo hecho”, “Hubiera dado su discurso cuando ganara el Oscar y ahí le hubiera soltado la indirecta o la directa”, “Lo hubiera encendido a la salida”, “Su esposa y él se hubieran retirado de la ceremonia”, pero si creemos que nada de esto fue planeado, ante la ofensa a un ser querido en una tribuna pública, no hay demasiado tiempo a pensar la mejor reacción posible y ensayar mentalmente las diversas salidas de cada decisión para tomar la correcta.

Para mí la mejor reacción, porque también me di lamentablemente la posibilidad de jugar a esto, hubiera sido que el público abucheara el chiste de Chris Rock. Solo hubiera hecho falta que alguien lo iniciara, solo una persona y se hubieran sumado otras porque ese “buuuh”, los hubiera sacado del aletargamiento de la risa anterior, y hubieran re-escuchado el “chiste” en sus cabezas, se hubiera roto el efecto; otras personas hubieran sentido que no estaban solas al considerar que lo dicho por Chris Rock no era gracioso para nada y por, nuevamente, presión social.

Sucede que lo que dijo Rock está bien asimilado dentro de nosotros: reírnos de la diferencia de los que no encajan en los moldes y por eso ese tipo de chistes son tan peligrosos, porque naturalizan y perpetúan los estereotipos (la risa muchas veces viene antes del pensar). Nadie lo abucheó, nadie dijo nada, sin embargo se rieron, quizás porque así lo piensan o quizás porque no pensaron. El que ha presenciado un espectáculo de un humorista de los que dan cuero, sabe que muchas veces te estás riendo todavía de un gag anterior y ahí sueltan el chiste racista u homofóbico y sigues riendo igual porque la atmósfera es esa. Solo si alguien pone un alto, lo piensas y paras.

El mismo Will Smith rio al principio. Quien puso cara de desaprobación y de “otra vez con lo mismo” fue Jada. A lo mejor Will rio por ese fenómeno que digo y luego lo pensó; a lo mejor fue en plan “no puedo creer que este haya dicho eso” o a lo mejor fue en plan “anjá, termina, termina, que cuando lo hagas te voy a bajar tremendo gaznatón…”, como sucedió posteriormente. Y aquí lo interesante para mí es que la forma que Will Smith encontró para defender a su esposa o mostrar su desacuerdo fue la violencia física como respuesta única. Así nos enseñan a querer y su discurso de aceptación del premio luego lo reafirma.

Si esto hubiera pasado en los Premios Caracol y Niro de la Rúa le hubiera rajado la cabeza a Robertico, Robertico a lo mejor no hubiera reaccionado como Chris Rock y el Lázaro Peña hubiera dividido las hordas entre los artistas que le iban a uno u otro, o se hubiera dividido el play por municipios de procedencia para tomar partido. La piñacera a lo mejor hubiera sido deliberada más con los calores del aire acondicionado roto del teatro, el verano, el transporte público, la escasez, y los vestidos y trajes de guinda que el de la Gran Escena le hubiera endilgado a los MCs, que a nadie le hubiera dolido que se rompieran en la bronca. Pero no, fueron los Oscars y no la cola del pollo, las galletas, con orden. La prensa nacional cubana no hubiera hecho caso, ni la extranjera tampoco, silencio en el NTV, Cubadebate y demás excepto por la prensa independiente y los memeros.

Cuando la tiradera de Residente a J Balvin y las entrevistas posteriores que aquel dio, más análisis de lo sucedido y todas las posturas que se asomaron, algo pude conectar entre aquello y lo que sucedió ayer y que vino a mi cabeza: la presión social nos puede y mucho, el patriarcado nos puede y mucho y la sensación de burla también, y “el no fue pa tanto” sigue siendo una cuestión de empatía, nos encanta medir eso en las reacciones de los demás. Salvando las distancias, porque hablo de reacciones humanas ante lo que cada cual vive como burla. Nadie es perfecto. Yo estoy segura de que Cate Blanchett se tira peos y eso a mí no me importa, tú eres Jesucrista en la Tierra mibida, tú puedes hacer lo que te da la gana y si te mudas pa´ La Habana conmigo, nunca harás una cola. Después te explico lo que es eso, vevé.

Lo verdaderamente terrible de lo que ayer sucedió es que un hombre haya encontrado chiste en burlarse de una mujer enferma cuyo síntoma visible está indisolublemente ligado a su identidad y autoestima en una tribuna como aquella (en cualquier tribuna), que el grupo de pares haya reaccionado como si fuera lo correcto y que haya quedado en expuesto que la forma que hemos aprendido a defender a nuestras familias sea la violencia. El amor no hace eso, Dios no hace eso, la falta de control de impulsos, el estrés sostenido, las historias anteriores no sanadas, los resentimientos, los machismos y el silencio de una sociedad muy cómplice hacen eso.

Foto tomada de Jada.

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