Veo por aquí que la resistencia al lenguaje inclusivo ha hecho que alguna gente, que me consta llevan una vida individualista, que se estacionan en las aceras sin considerar a las personas con diversidad funcional, que sus negocios no están preparados para ofrecer servicios para esta población, por fin están preocupades porque en los restaurantes no hay “menús” en lenguaje braille ni personas que hablen en lenguaje de señas.
¡Mira si esta lucha es inclusiva que ha logrado esta maravilla! Con tal de no decir “elles” han transado con que digamos “todos” y “todas”, y hasta les parece razonable. Hace unos pocos años esto les provocaba fuertes palpitaciones pero, sin darse cuenta, han avanzado. A mí, la resistencia que presentan me motiva para dominar este lenguaje que, ciertamente, me resulta difícil de aplicar. Pero solo por costumbre, no por “cuadraera”.
En mi niñez y juventud la palabra “meme” era inconcebible. Pero surgió la necesidad de nombrar el contenido que compartimos por este medio y, de un tiempo al presente, vivimos en modo “meme” pa’ quí, “meme” pa’ llá.
Pues, el lenguaje inclusivo es también una necesidad, de hecho, mucho más noble. Porque procura que nadie en esta gran familia humana se quede sin su silla en la mesa y por eso vale la pena luchar. Así que déjate de changuerías, que lo que se adelanta con esto a lo que te resistes al papagayo, no atenta de ninguna manera contra tu vida.
Y sí, exijamos braille en todos los servicios, ponle rampa a tu negocio para que las personas con problemas de movilidad puedan beneficiarse, aprende lenguaje de señas junto a tu equipo para que las personas sordas puedan comunicarse contigo y no te estaciones en las “foquin” aceras. Nuestra lucha no excluye nada de eso. Todo lo contrario: como hemos dicho, es inclusiva.
Foto: RODNAE Productions