Hace un año analizaba el Programa nacional contra el racismo y la discriminación racial en Cuba con los pocos elementos que se publicaron en aquella fecha en los medios oficiales de prensa.
El racismo en Cuba se abordaba en un marco estrictamente cultural como consecuencia de vestigios, prejuicios y raíces psicológicas. La profundización en el debate debía asumir el carácter estructural del racismo y las manifestaciones institucionales aun cuando legalmente no encontraran amparo o estuvieran prohibidas y castigadas en los cuerpos legales. Sin embargo, parecía que todavía era una escalada espinosa en la discusión.
Durante los meses subsiguientes a aquel análisis, encontramos alguna cobertura en los medios estatales, pero subsistía el tratamiento superficial al tema del racismo y la discriminación racial.
Con la intención de socializar la problemática racial en Cuba, medios de prensa locales también incluyeron en sus ediciones algunos artículos que la abordaban. Es visible la intención de los gobiernos de incidir en la sensibilización de la sociedad a través de los diferentes medios, sin embargo, muchas veces la falta de rigor en un tema tan complejo y multidimensional echa por tierra los buenos propósitos de los articulistas y, en cambio, profundizan y reproducen fuertes sesgos racistas.
Socavar la discusión entre “negros equivocados” y “negros agradecidos”, buscar la legitimidad de estas posturas mediante la voz de personas negras, y justificar el racismo en algunos territorios de Cuba, es inadmisible.
Hasta inicios de este año la postura oficial ante la comunidad internacional fue tratar al racismo en el país como “vestigio”, lo que provocó análisis y respuestas por parte de académicas y activistas con un amplio trabajo vinculado a la cuestión racial.
Sin embargo, el 19 de marzo, la Unión de Jóvenes Comunistas transmitió un programa específicamente para debatir acerca del racismo y la discriminación racial en Cuba, y también sobre el Programa nacional que encabeza el presidente Miguel Díaz-Canel. Los panelistas discutieron con rotundo rigor y conocimiento los derroteros de nuestra sociedad para combatir el racismo. La doctora Heidi Figueroa destacó por su asertividad y ahondó en las raíces históricas y estructurales del racismo que subsisten hasta el día de hoy. La segunda intervención, del doctor Antonio Aja, también profundizó en la discusión.
De manera general se abordaron los siguientes puntos:
- Racismo estructural, las desigualdades relacionadas con el color de la piel y el racismo institucional, este último dado más bien por las ausencias y omisiones del tratamiento del tema en programas como, por ejemplo, los del sistema de enseñanza. Los libros de historia no abordan la presencia de personas negras que han sido imprescindibles en la construcción de la nación, tanto de mujeres como de hombres racializados, tanto en lo bélico como en lo no bélico. Si bien las instituciones no practican la discriminación racial de manera intencionada, se convierten en “cómplices” a partir de estas ausencias.
- La necesidad de que estos temas no sean tabú ni se traten como problemas resueltos. Se insistió en que reconocerlos y trabajar sobre ello no implica desunión, al contrario; es necesario visibilizar y solucionar las inequidades relacionadas con la discriminación racial siendo, además responsabilidad de todes.
- El próximo censo será en el 2022 y para ello se está analizando la categoría “color de la piel” en relación con la “autopercepción”.
- La importancia del activismo comunitario y barrial. De hecho, la panelista Iliana Núñez manifestó que consideraba necesaria la presencia de algún integrante de la Red Barrial Afrodescendiente en la mesa de debate.
- La creación de nuevas políticas públicas que cierren las brechas existentes dadas por la “raza”, y la evaluación de las políticas ya implementadas en el país de manera tal que sea incluida la racialidad en su proyección y aplicación, como parte de la estrategia del Programa nacional contra el racismo y la discriminación. Acerca de las políticas públicas y acciones afirmativas se insistió en varias ocasiones, apelando a que serían las acciones más importantes para afrontar el problema, de manera tal que permita la integración de los más desventajados.
- La difícil situación actual, dada por la pandemia y por el bloqueo estadounidense, no ha frenado el Programa y, de hecho, toma relevancia el hecho de que en el mundo se hable de la “pandemia racializada”, lo que da pie a preguntarnos de qué manera está racializada en Cuba también.
- Se reiteró acerca del papel que han desempeñado los feminismos en la visibilización, teorización y abordaje del racismo en imbricación con otros ejes de dominación como aquellos subordinados a los géneros, a la pobreza, al territorio, etc.; no solo el feminismo de academia, sino también el de militancia y activismo social.
- Se resaltó el trabajo no solo del Estado sino también de la sociedad civil en coordinación con los gobiernos locales.
- Incrementar los espacios de debate para lograr la sensibilización y capacitación indispensables en materia racial.
- Las potencialidades de Cuba en el sentido organizacional, es decir, el país cuenta con una fortaleza en términos de organización social que facilita estructuralmente la estrategia de trabajo con la ciudadanía: mediante los comités de base de la UJC, las organizaciones de masas, los bloques de la FMC, etc. No se puede pensar en políticas públicas tecnocráticas sino en un programa que sea altamente participativo.
- Es importante avanzar en la transformación cultural y simbólica. Por ejemplo, lo antes mencionado con las escuelas y la enseñanza; lo negro siempre se relaciona con lo folclórico cuando, en cambio, participamos en todas las ramas de la sociedad; la diferencia entre lo culto y lo popular, etc. Se repitió en la mesa que, en estas circunstancias, las instituciones se vuelven cómplices del racismo.
- Se subrayó también que, así como es imprescindible transformar lo cultural, es totalmente impostergable la transformación de las condiciones materiales de vida. Por ejemplo, la vivienda: en las ciudadelas y los “llega y pon” están sobrerrepresentadas las personas negras. Y esto incide también en la alimentación, en las enfermedades, en la esperanza de vida, aspectos todos en los que hoy tienen desventajas las poblaciones racializadas y no precisamente por temas genéticos sino sociales.
- Existe también un blanqueamiento en las universidades, en el acceso a la educación superior.
- La importancia de combinar políticas universales con programas focalizados mediante estrategias de acompañamiento estatal con esas personas en mayor desventaja.
- El programa debe ser medible por los resultados y no por los accesos a las políticas.
- Se llamó la atención acerca de las acciones asistenciales que, se sabe, no logran socavar las desigualdades estructurales. Para ello se requiere de acciones transformadoras que desarrollen capacidades económicas. Por ejemplo, son las personas racializadas las que menos cuentas y montos de ahorro detentan, a las que más se les dificulta la solicitud de créditos, etc.
- Igual importancia tienen las estrategias de prevención.
- La justicia, acápite en el que Cuba no ha explorado ninguna acción, está relacionada con la reparación histórica hacia las poblaciones racializadas por parte de los estados-nación que se enriquecieron con la trata de esclavos y la colonización. Un ejemplo es Panamá, y otro Colombia, con procesos aún sin resolver.
- Se reiteró que las políticas tienen que crearse con la participación de los grupos racializados.
- Para lograr el desarrollo por territorios es imprescindible reconocer que existían ya desigualdades estructurales, y que habrá nuevas diferencias sociales que introducirá la Tarea Ordenamiento, las cuales se agudizan por el color de la piel.
- Se abordó que somos un país socialista pero aún en construcción, por lo tanto, solucionar el problema del racismo y la discriminación racial es requisito para la profundización del socialismo cubano.
- Se analizó la importancia de introducir en las investigaciones científicas y en la ciencia en general las variables racismo y color de la piel. Actualmente, el CITMA tiene muchas investigaciones y poco se ve el color de la piel en ellas.
- Las comunicaciones, incluso en las redes sociales, deben comprender también uno de los ejes del programa.
- Los estudios y aportes del feminismo y la mujer negra abonan la asertividad del Programa.
Aun cuando en el espacio televisivo Palabras Precisas, emitido el mismo día, se abordó el racismo en Cuba, la discriminación racial y el Programa nacional, la mesa debate de la UJC lo superó en integralidad y rigor. No obstante, algo relevante para ambos gestos institucionales es que lograron escalar en el análisis de que el racismo en Cuba no es solamente un vestigio cultural. Se pudo reconocer que las cárceles, por ejemplo, aún tienen mayoría de personas racializadas y, en efecto, no se debe solamente a una forma de pensar, sino también a “acciones concretas” y desigualdades históricas y materiales.
Al parecer, el Programa nacional contra el racismo y la discriminación racial está en sus gérmenes. Existe claridad en la multidimensionalidad de asuntos a intervenir y se nota la compilación de investigaciones y criterios especializados para abordar los puntos de partida y los campos a partir de los cuales (y sobre los cuales) habrá que trabajar, y mucho.
El hecho de insistir en la participación popular de las poblaciones racializadas y de las organizaciones de la sociedad civil que han trabajado el tema racial, que han suplido por largas décadas el silencio oficial en torno al racismo y gracias a las cuales existe hoy esta voluntad política de transformar esas omisiones, constituye un elemento potencializador para la efectividad de las acciones del Programa. Es importantísimo el reconocimiento del trabajo de los investigadores, activistas y proyectos en la historia más reciente de nuestra nación como muestra de resistencia aun en épocas tan “modernas”. De hecho, es otra gran deuda a saldar.
Se mencionaron las estrategias que servirán de guía para establecer acciones, programas y políticas públicas específicas, así como principios rectores del programa, aunque aún no se ha informado cuáles serán esas políticas. Infiero que están en elaboración y que, precisamente, se contará con una amplia participación popular donde la ciudadanía y el activismo antirracista como acompañantes de gran valía tendrán la última palabra.
No obstante, ha habido una omisión en todo este recorrido, y es la respuesta o la estrategia legal. Todos estos tentáculos antirracistas que se pretende diseminar por la ciudadanía y las instituciones requieren una columna vertebral de tipo legal. Puede ser una Ley contra la Discriminación con una sección dedicada al antirracismo y que permita la interseccionalidad con otros ejes de dominación y exclusión; o bien una Ley contra la discriminación racial. Ambas opciones tendrán la ventaja de manejar conceptos rectores y desplegar organicidad en la temática.
Con cuerpos normativos (incluida la transversalidad en las actuales y futuras leyes) también se estarán respaldando los derechos de las personas racializadas, quienes contamos hoy únicamente con la tipificación del delito contra la igualdad en el código penal. El ánimo de añadir amparo legal a los derechos no se limita al elemento sancionador contra aquella persona que incumpla el mandato constitucional, sino que también es clave para establecer obligaciones a todos los sectores y entidades del país, procedimientos y organismos que atenderán la solución de conflictos, y asegurar las garantías de los derechos de las personas racializadas.
Otras iniciativas han sido expuestas durante largos años por activistas y académico(a)s de renombre: crear un observatorio contra el racismo y la discriminación, establecer mesas de trabajo permanente en la FMC que traten la discriminación y el racismo imbricado con el género, el territorio, las disidencias de género y sexuales, la edad, etc., crear una comisión permanente sobre racialidad en la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), permitir el reconocimiento legal de proyectos e iniciativas de la sociedad civil en la Ley de Asociaciones, de manera tal que se puedan articular con las instituciones y que puedan superar ese limbo de “alegalidad” en el que operan actualmente, etc.
Con mucha esperanza y atención seguiré esperando los próximos pasos del Programa nacional y, ojalá sin dilaciones, sus resultados.
Foto: hp koch.
En el artículo se ha usado extensamente términos como “personas, gente, población racializadas” ,en aparente sustitución de “negra, negro o mulata” . Me gustaría saber el por qué .Ya que hay un sujeto racializado , ¿quien racializa? ¿Es está una palabra de corrección política o es en efecto más rigurosa, más científica que un negro ,mulato o mestizo de definición “más vaga” ?
La racialización resalta las relaciones de poder construidas a partir de la categoría raza y por tanto enfatiza en los efectos del racismo, más que en la identidad/ procesos de identificación. Es un término político-epistémico, pero no una corrección. Tampoco es una sustitución en sentido estricto, sino un término que amplía la capacidad de nombrar a los sujetos que se han reconocido bajo los efectos del racismo. El empleo de racialización o racialidad no suprime la potencia del uso de negro, negra, afrodescendiente, etc. Solo que pueden ser utilizados, además, con otros propósitos o se enmarcan en otros análisis y procesos sociales. Gracias por preguntar.
[…] Publicado en: Afrocubanas-La Revista […]