Al revisar los libros de texto, tal pareciera que en Cuba durante la república burguesa las personas negras carecen de historias, luchas, perspectivas. Son aún pocas las miradas que se dirigen hacia sus esfuerzos en la lucha por su propia emancipación. Los nombres, las caras, las ideas y las acciones de la gente negra parecen esfumarse en una concepción de la historia todavía moldeada por estructuras coloniales y patriarcales.
Unos de los principales problemas heredados de la época de la esclavización fue la disparidad económica, la carencia de recursos entre las personas negras y la precariedad de la vida de gran parte de este grupo poblacional. Durante muchos años el porqué de esta situación fue respondido con prejuicios, estereotipos y ceguera conveniente: los negros son vagos, solo piensan en la rumba, el pobre es pobre porque quiere… (hay quienes aún sostienen estas ideas). En realidad, el mismo proceso de esclavización nos da la respuesta. El poder blanco, desde el punto de vista racial y clasista, heredó las riquezas y fortunas creadas por el trabajo esclavizado, mientras que la mayoría de las personas negras solo heredaron su muda de trabajo.
Esta disparidad no hizo más que acentuarse y complejizarse en el nuevo contexto de la república burguesa (1902-1958) que validó la segregación racial a la par que negaba la existencia de razas e insistía en que “todos somos iguales”. Los principales métodos que se emplearon para acabar con la discriminación racial fueron la superación cultural y la aplicación de leyes en su contra. Pero “la orientación cultural no le resolvió a la raza su sufrimiento. Los negros se hicieron doctores y continuaron discriminados”.
Estas fueron algunas de las razones para que un grupo de jóvenes, bajo el liderazgo del abogado afrocubano Juan René Betancourt, fundaran en 1945 la Cooperativa Comercial en Camagüey. Consideraron que, hasta entonces, lo hecho contra la discriminación y el racismo en Cuba carecía de efectividad en la vida cotidiana. De nada servían los textos científicos si no podían traducirse en acciones concretas que transformaran la realidad. Era preciso un plan, un programa antirracista que se pusiera en ejecución cuanto antes. Para estos jóvenes, una raza que no tuviera en sus manos los medios de subsistencia, tampoco tenía en sus manos su destino; por ello el método debía ser fundamentalmente económico.
Este empoderamiento sería posible, en primer lugar, mediante la recaudación de dinero. Luego se pasaría a la creación de nuevas fuentes de trabajos que emplearan a personas negras y blancas en un clima fraternal y solidario. Se empezaría con una tienda de ropa, negocios donde difícilmente eran empleadas las personas negras. De esta manera se garantizaba el empleo a una gran masa desplazada de las fuentes de trabajo y la clientela saldría justo de la gente negra. Los primeros donantes fueron hombres blancos de gran caudal económico. Luego realizaron actividades con el fin de recaudar más dinero y buscaron la cooperación de las sociedades negras, aunque encontraron su oposición (pero ya esa es otra historia).
Para Betancourt, la Cooperativa no era solo una organización económica, sino que debía ser, necesariamente, un instrumento de lucha. El movimiento negro hasta el momento había sido presidido por abstracciones. Las asociaciones afrocubanas habían imitado a las de las personas blancas, de recreo, cuando lo que precisaban eran de un organismo para hacer valer sus derechos. También habían cometido el error, basados en moralismos pequeñoburgueses, de excluir a una gran mayoría de mujeres negras por ser concubinas, ignorando que gran parte de la población negra vivía en uniones no matrimoniales.
Para el año 1954 había desaparecido la Cooperativa, pero no las ideas. Así que crearon la Organización Nacional de Rehabilitación Económica (ONRE). Esta era todavía más madura, y en su pensamiento había cambios sustanciales con relación al papel del Estado y la fuerza que debía llevar adelante la lucha. Esta vez su propuesta se convertiría en una afrenta a la noción de integración y a la cubanía.
Para empezar, se declararon abiertamente negristas:
“A los que queremos convertir al negro en una fuerza económica, social y política se nos ha llamado despectivamente ‘negristas’, y nosotros hemos adoptado el nombre (…) Los negristas no estamos avergonzados de la raza, ni de nuestras tradiciones ni de la cultura de nuestros antepasados. Para nosotros nuestra Organización clasista es lo primero. Compañeros, hacerse negrista es la palabra de orden”.
La defensa de una identidad racialmente definida y la organización de un movimiento de la misma índole fueron las dos características principales de la ONRE, que mantuvo la emancipación económica como la vía principal de la lucha contra el racismo. Se consideraba impensable que fuera posible la organización clasista como obreros, como campesinos y no como negros, siendo esta la condición donde más explotación se sufría. No veían contradicción entre organizarse como personas negras y ser cubanos, pues como todo nacional, la gente negra tenía exigencias específicas y que no podían ser resueltas si no se organizaban en pos de sus derechos.
A diferencia de la Cooperativa, donde se aceptó dinero procedente de cualquier grupo social y donde se intentó la unión fraternal entre negros y blancos, esta vez, Juan René Betancourt anunció algo totalmente distinto. El dinero saldría de las mismas personas negras, para la construcción de negocios y emprendimientos enfocados en su situación y que no implicaran compromisos ajenos. Era una manera de poner a circular el dinero dentro de la comunidad y que esta se viera favorecida por sus propios esfuerzos. Betancourt cuestionó el papel del Estado en la lucha antirracista, insistiendo en que esta solo sería posible y efectiva, con la organización de las personas negras en una fuerza social capaz de llevarla adelante. Además, insistió que “para luchar contra la discriminación, sea cual sea la doctrina o plan que se utilice, habrá que organizar a los discriminados y solo por excepción estarán presentes los discriminadores”.
Foto: Tomada de El negro, ciudadano del futuro (1959), de Juan René Betancourt.