Muchos estamos embelesados con el concepto de Black Love, no porque este promueva una conexión más fuerte entre personas negras o afrodescendientes, sino porque encapsula el poder y la belleza de la negritud. El concepto, aunque no es nuevo, gana auge durante los inicios del movimiento Black Lives Matters en 2013. Desde mi punto de vista, la filosofía Ubuntu, específicamente el principio: “soy, porque somos”, podría reconocerse como una de las bases fundamentales del Black Love.
Tanto el Black Love como la filosofía Ubuntu sirven como un contrapeso al individualismo y a las relaciones líquidas tan comunes en el mundo contemporáneo. En este sentido se trata de un modo de vida que como ideología asegura unión dentro de la comunidad negra para alcanzar un objetivo común: una vida digna. El amor compartido dentro de la comunidad negra a través de experiencias afrocentradas no es simplemente una consecuencia, sino parte del impulso de la justicia social.
Black Love es la forma más pura y el ejemplo más evidente de resistencia. Históricamente se ha hecho todo lo posible para evitar que personas negras o afrodescendientes construyéramos cimientos de solidaridad y conexión entre nosotras. Aquí es donde entra el Black Love como praxis y como pedagogía de justicia reparativa o afro-reparación, como propone la escritora puertorriqueña Yolanda Arroyo Pizarro en su “Tratado de Auto-Afrorreparación”:
Sanaré la herida
y afrorrepararé con compasión y ternura
los insultos y la mezquindad clavados en mi corazón
besaré mis manos negras
acariciaré mi oscura piel de los hombros
me abrazaré a mí misma
[…]
Afrorrepararé
afrorrepárate
afrorreparemos nuestra familia
afrorreparemos la escuela
afrorreparemos la comunidad
afrorreparémonos todos
afrorreparación ahora
Esta manera de relacionarnos trasciende al amor romántico, dado su potencial para empoderar a las personas involucradas; es a su vez un acto de liberación y también un acto de resistencia; es un espacio curativo, reparador. El Black Love, según entiendo, nos permite desarrollar nuestras emociones, nuestros procesos políticos y culturales de manera segura. Es un aparato de ética que sirve como herramienta de transformación social y reconstrucción dentro de los movimientos de liberación negra y de justicia social.
La experiencia negra se describe a menudo como una experiencia de lucha y dolor, dado que las personas negras crecemos en un mundo que nos violenta casi diariamente. Como mujer negra conozco el sufrimiento de no poder disfrutar libremente y a plenitud en un espacio sin sentirse violentada. Experimentar de manera cotidiana el racismo sistémico, los estereotipos y actitudes racistas nos ha llevado frecuentemente a desconfiar y a agredirnos emocionalmente entre nosotres mismes.
El Black Love no presupone la ausencia de conflictos, conversaciones difíciles y sortear retos en la creación de relaciones amorosas responsables. Es la confianza y valentía de mirar a quien amas a los ojos y decirle qué te hizo daño y que esa persona reconozca tu dolor y trabaje para repararlo. Lamentablemente, nosotras las personas negras hemos internalizado la narrativa de violencia y racismo antinegro; ideas que ponemos en práctica dentro de nuestras propias comunidades y relaciones personales. Es importante comprender lo anterior para poder interrumpir los ciclos de trauma generacional.
¿Cómo conciliar elementos tan contradictorios dentro de nuestro espacio que articula una política liberadora para nosotras las personas negras? Para que este cambio ocurra necesitamos establecer otros modos de relacionarnos entre nosotres. Partiendo de la premisa de que las personas negras merecemos vivir con dignidad, la creación de espacios exclusivos, físicos y simbólicos, para nosotres potencia la consecución del poder moral, político, social y económico que necesitamos para cambiar nuestras condiciones de vida. Necesitamos centrarnos en el amor y convertirlo en una prioridad para trabajar en la curación de nuestros traumas y experiencias, que impactan nuestra capacidad para trabajar, soñar y transformarnos juntes. Si nos comprometemos a garantizar la liberación colectiva de todos les negres, debemos mantener una relación sana y constante con quienes amamos.
El Black Love como resistencia, como camino hacia nuestra liberación colectiva sabemos que no es atractivo para la hegemonía blanca pues impacta directamente al sistema que pretende controlar nuestras cuerpas. Construir un espacio donde podemos ser nosotres libremente constituye en sí una amenaza. ¿Qué impacto tendría en nuestra práctica liberadora el tener que compartir espacio con alguien con otra identidad o pertenencia racial?
Personalmente, el Black Love ha sido un espacio que me ha permitido conspirar para vivir en un mundo que aún no existe. Sin saberlo, he estado participando en un acto de liberación porque he elegido crear un espacio para amarnos, más allá de lo romántico y sexoafectivo, a nosotres mismos plenamente. Nuestro Black Love hace posible nuestra estabilidad porque es una fuerza de conexión. Nos tenemos; disfrutamos nuestro vínculo; resistimos juntas la criminalización y cosificación de nuestras cuerpas negras. Cimentamos nuestra trinchera. Compartimos un amor tan profundo por nosotras como mujeres negras cuir, por las personas negras de nuestro país, de nuestro Caribe, por personas negras de todas las partes del mundo.
El Black Love es el rotundo “sí” que nos incita a la conexión, la comunión y la complicidad. Este amor es sano, solidario y hermoso: una armonización de almas negras que se elevan mutuamente no solo como personas, sino social y políticamente entre su propia comunidad y la sociedad en general. Acercarnos a esa libertad significa que tenemos que amarnos lo suficiente como para seguir regresando, incluso cuando nos lastimamos, incluso después de una larga pausa, a seguir construyendo nuestro mundo para vivir sin miedos.
A YAP,
Seguir adelante y querernos igual o más, eso es libertá.
“Kindness eases change, Love quiets fear”. Octavia Butler, Parable of the Sower.
Foto: Cortesía de Regina Bultrón Bengoa