En octubre de 2019 recibí el libro Haydée Arteaga: raíz siempre viva. Biografía de una mujer centenaria (La Habana, Ediciones Boloña, 2018). Uno de sus autores, Alejandro L. Fernández, viejo amigo de la universidad, me lo había enviado porque sabía de mi interés en las autobiografías y memorias cubanas. Y he aquí ante mí la memoria, los recuerdos de una mujer negra cubana que, nacida en 1915, encontró a través de la palabra y de la oralidad las formas de una cultura y de un hacer cultura que bebe de todas las tradiciones que han confluido en la Isla. Ya ella no se encuentra físicamente. Falleció el año pasado, el 22 de mayo, en La Habana a los 105 años de edad. Por suerte sus recuerdos nos llegaron a tiempo, no se perdieron como los de aquella otra mujer centenaria que en los sesenta fuera descartada en provecho de la figura heroica del «cimarrón» Esteban Montejo. Y esos recuerdos se han salvado gracias a la labor de su hija y de su nieto. En una especie de vocación dialógica, los tres unen sus voces y desentrañan el pasado familiar y social, los tiempos que a Haydée Arteaga le tocó vivir. 

En primera persona, el libro cuenta la vida de una mujer de renombre dentro del panorama cultural cubano por su papel e involucramiento dentro del movimiento de narradores orales cubanos, y por su larga carrera como narradora oral y trabajo con los niños. Su publicación es, sin duda alguna, una enorme contribución a las escrituras y narrativas de vidas cubanas, en especial de su comunidad afrodescendiente femenina, que cuenta con poquísimas publicaciones, entre las que destacan «Memories of a Black Cuban Childhood» (1978), de Lourdes Casal; Reyita, sencillamente… (1997), de María de los Reyes Castillo; o El arte para mí fue un reto (2004), de Elvira Cervera. En febrero de 2020 tuve la oportunidad de encontrarme con Xiomara Calderón Arteaga, la hija de Haydée y la otra autora del libro. Me interesaba conocer en su propia voz cómo fue la génesis del libro. Unos meses después, en abril de ese mismo año, le envié a Alejandro un cuestionario sobre el mismo tema, ya que deseaba tener también su perspectiva. Después que transcribí las palabras de Xiomara, les agregué entonces las respuestas de Alejandro como notas al pie y como complemento al relato de Xiomara. Y entre él y yo editamos finalmente este texto, que surgió de una conversación en un patio de la Habana Vieja y que ahora ponemos a disposición de los lectores.

Reinier Pérez-Hernández

¿Cuándo comenzó la idea de hacer el libro? Haydee era una persona muy pública, y las personas se entusiasmaban con ella. Varias personas, no solo cubanas, tenían la idea de hacer algo sobre su vida y me exhortaron a escribir un libro sobre ella. Pero el tiempo iba pasando y aquello no se acababa de materializar. En el camino me di cuenta de que mami iba a teniendo más años. ¿Hasta cuándo iba a durar?, no lo sabía todavía. Un día se me ocurrió la idea de empezar a preguntarle sobre su vida, a conversar. Estábamos solas y ella empezó a contarme sus cosas. La detuve, tomé una libreta y anoté todo lo que me decía, lo más importante. Cuando se entusiasma a hablar –es una narradora nata–, empieza a decirte todo. Fue así como comencé poco a poco a escribir lo que me contaba: dónde estuvo, los cuentos, los momentos que tuvo con su abuela. Al principio intenté usar una grabadora, pero no me funcionaba1. Así que seguí con ese método durante años. Ella contaba y yo anotaba sus historias. 

De modo que el proyecto del libro, que no me lo había propuesto directamente, fue saliendo solo. “Voy a escribir un libro”, me dije un día y hablé con Alejandro, porque creo que lo necesitaba. Él me hacía falta porque él conocía todo lo que es el proceso histórico. Así que le pedí ayuda. Él se ocuparía del contexto histórico de las épocas donde acontece el desarrollo personal de Haydée; yo, del proceso de investigación biográfica, procesamiento de la información y su transcripción. Así es como la mano de Alejandro está en todas las notas al pie y la conformación del discurso armónico entre texto e imágenes. Él les dio a las etapas sus condicionamientos sociales, aclaró los nombres de los distintos personajes que están nombrados por ella e indagó sobre los diversos eventos de Haydée. En todo eso que es el material histórico del libro está su mano.2

Realmente no me acuerdo ahora cuándo comenzó exactamente, pero creo que lo inicié hace cerca de diez años. Creo que Alejandro estaba para Venezuela en el año 2009 y yo estaba mucho más pendiente de Haydée.3 Sé que teníamos una intimidad porque me acuerdo de que empezamos en el Cerro, ella empezó a hablar y eso a mí me fue estimulando. Uno puede pensar que haya puesto alguna resistencia, pero no, o no del todo.4

Me hizo objeciones a que yo pusiera en algún lugar determinados aspectos y momentos de su vida. Todo parecía indicar que tendría que omitir detalles, pero con el tiempo la fui convenciendo de que era parte de su vida. Había personas que ella nombraba y que no debían aparecer, pero ya no creo que existieran en realidad. Ya habían pasado muchos años, por lo tanto, la fui convenciendo paulatinamente. Tampoco quería contar la historia del novio, del amor antes de casarse, porque la esposa de esa persona existía. Ella fue muy cuidadosa, hasta que yo insistí. 

Pero qué pasa, Haydee tiene un tono, tiene una manera de hablar, de expresarse, que yo no quería que se perdiera. Esa sencillez suya yo no quería que se perdiera. Mami es muy intelectual, pero con sus propias palabras. Es una gente muy espiritual, y eso yo quería que estuviera en el libro. Alejandro, formado por el rigor de la academia y la investigación, me llevaba a veces a otro punto, y esas eran discusiones fuertes entre él y yo cuando empezamos a preparar el libro en Alemania, que fue donde aprovechamos el tiempo para poder darle carácter al relato. Llega un momento en que él me dice que lo iba a dejar como yo quería, como yo decía. O a veces me convencía y cambiaba algunas palabras por otras, de acuerdo con lo que fuera. Me enseñó muchas cosas gramaticales que yo no manejo de la misma manera que él lo enfocaba. 

De ese modo supe que yo ya podía hacer el libro. Hubo una persona en el camino que me dijo que quería hacer una publicación de Haydée, pero yo le dije que no. Pues ya yo estaba determinada y sabía que podía hacerlo. Hubo una etapa de la historia de Haydée que me fue muy difícil. Una etapa de su historia que me fue difícil entenderla. Yo viví con ella ese tiempo, pero yo iba a mi mundo, a mi trabajo, a mi línea, no a las de ella. La ayudaba y apoyaba, pero ella vivía su vida y yo la mía. Me di cuenta entonces de que en un periodo determinado ella había hecho tantas cosas que a mí me era imposible saber que una persona podía haber hecho todo lo que hizo y eso me trabó la línea evolutiva de su trayectoria. Tuve que buscar a testigos de esa etapa para averiguar cómo es que ella pudo haberlo hecho y si realmente lo había hecho para evitar cierta desviación que la memoria de una persona mayor de edad pudiera generar. 

Empecé a investigar y a reunirme con muchas de las personas que la conocieron y eso me fue dando el backrground de que ella en ese periodo de su vida se convirtió en un ser especialísimo por sus disímiles actividades y responsabilidades. Viajaba y hacía eventos y cambiaba y creaba. Su vida fue muy activa; nunca perdió el tiempo. Un día estaba en la Sierra Maestra a las 10 de la mañana y a las 5 de la madrugada del día siguiente estaba saliendo para México. En los años sesenta y setenta ella vivió una vida muy intensa. Después de pasar por varias formaciones profesionales en la Biblioteca Nacional, que la ayudaron a perfeccionar su naturaleza propia como narradora, la vida le dio la posibilidad de estar en el Provincial de Cultura, en el Departamento de Cultura, y formó grupos de trabajo con los narradores orales. Fue entonces que crea e impulsa el movimiento de narradores orales en el país, aspecto que yo quería dejar claro para el proceso de fundación del Movimiento de la Narración Oral en Cuba, pues la gente olvida con el tiempo su evolución. El movimiento lo empezó Haydée cuando decidió crear y preparar narradores que la ayudaran a hacer el trabajo que ella quería: ir a círculos infantiles, a las escuelas, a los hospitales, a la Sierra Maestra… a todos los lugares, y darles a los niños, sobre todo, cuentos, todo lo que debía saber el niño y esa poesía interna que tienen los cuentos que estimulan la imaginación infantil. 

Como he contado, muy al principio le pedí que me escribiera un poco de las cosas que habíamos hablado. Se sentó por la mañana muy temprano y me escribió. Esos papeles todavía los conservo. Entonces eso lo fui conjugando con mis notas, y fui escribiendo. Pero ocurrió que mientras seguía conversando con ella y leyendo las notas, fueron aflorando mis relaciones con ella, esas cosas que nadie cuenta, que tienes con tu papá, con tu mamá, y me fui acordando de momentos de nuestra vida, de hechos triviales que muchas veces uno no tiene en cuenta pero que son parte de la vida de la persona. Ahí es cuando empiezo a contar historias que sucedieron entre mami y yo, historias que nadie más sabe y que las intercalo en el libro. Entonces decidí también incluirme yo como voz de la narrativa.

Alejandro y yo contamos la historia que nos contó Haydee, pero hubiéramos querido que Haydée apareciera también como autora. Se lo planteamos a la editorial, pero decidieron que metodológicamente no correspondía. Ella es la voz principal de todo el libro, porque está contado en primera persona, y porque yo quería que ella contara; pero la historia está contada a través de la mirada de nosotros, que fuimos los que organizamos todo.5 Quizás Haydée lo hubiera dicho de otra manera, pero nosotros estamos diciendo con nuestra voz lo que percibimos que ella nos dijo. Eso ocurre sobre todo en la primera parte del libro. Por eso es que desde la perspectiva de Haydée nos convertimos en sus biógrafos. Esos biógrafos que ella menciona en el libro somos nosotros dos, su hija y su nieto. 

Para terminar, tengo que decir que yo no tenía conciencia de lo que estaba haciendo. Yo estaba tan absorta en mi trabajo teatral que empecé el proyecto por la trascendencia de nuestras conversaciones. Se quedaron muchas cosas por decir en esas 143 páginas.6 Ahí está lo más importante y lo más destacado que encontré en los hechos y en su vida. En este momento hay una serie de papeles guardados –son cinco cajas– que yo pedí que me los clasificaran. Alejandro quería que yo se las diera a la Biblioteca provincial. Así lo tiene una institución. Pero yo voy a dividirlo en dos grupos. Esos papeles tienen cuentos, poemas, pensamientos, hablan de autores, de literatura, de seres de la cultura. Yo voy a hacer ese trabajo. Y uno lo voy a guardar para mí, para luego hacer como un segundo libro de Haydée, que lo escribió todo, cada viaje, hasta un diario, y tiene un libro inédito como narradora en el que está todo el proceso histórico del movimiento de narradores orales. No es de cuentos, es de todos los sucesos que ocurrieron. Y tiene también diarios de cada viaje.


[1]  Generalmente se realizaron las entrevistas de forma informal para la recogida de la información. El trabajo con grabadora no se pudo llevar a cabo, lo que limitó el potencial del momento per se, pero aportó la necesaria materia prima del libro. [Todas las notas son de Alejandro L. Fernández (N. de RPH.)].

[2]  Xiomara intervino como investigadora en acopiar toda la información, la transcripción y la propuesta de montaje de los capítulos en tanto yo trabajé la recreación alrededor de las distintas etapas, la riqueza colateral de los análisis, la claridad narrativa del testimonio para el lector y la inclusión de las fotografías de Haydée. Además, ella creativamente “tejió el relato” de la voz y las voces, algo que nunca se me hubiera ocurrido como autor. Su propuesta de la biografía desde diversos ángulos aportó notablemente a la trayectoria de la protagonista, pues su narración se legitima a nivel personal, familiar, social y laboral por el conjunto de voces articuladas en el libro. Yo me encargué de conformar y tejer el producto de la versión final.

[3] Fue un proyecto de cinco años, donde Xiomara protagonizó años antes la primera etapa de la recogida de información y yo la “puesta en escena” del texto como discurso para el lector. Su proceso de creación fue el siguiente: en los años 2011-2013 ella me presentó sus inquietudes por la posibilidad de acometer y profundizar su cuestionario para el proyecto de libro sobre los recuerdos testimoniales de su madre. Ya ella tenía desde el 2009 parte inicial de los datos, resultado de sus charlas y conversaciones. Por ser su primer proyecto de investigación sin experiencia anterior se acometió el trabajo mediante entrevistas, realizadas en su mayoría por ella, la mayoría de carácter abierta y espontánea, en la que la protagonista narraba sus vivencias según el tema y sus recuerdos. A partir de ese tiempo, desde 2012 hasta agosto de 2013, siempre le sugerí a Xiomara los posibles temas a explotar con la testimoniante. A mí como investigador me llamaba la atención la actuación personal en determinados eventos político-sociales asociados con temas como racismo, educación y sociedad. Entre 2013-2015 las entrevistas fueron transcritas y desarrolladas en forma de un incipiente manuscrito donde la voz de la protagonista se cruzaba con otras voces familiares, como la propia Xiomara junto a las amistades y colaboradores. En 2015 Xiomara me presentó en Alemania su primera versión del texto. De ahí en lo adelante mi trabajo consistió en darle al texto la forma discursiva, además de la contextualización histórica de las épocas, selección e inclusión de las fotos, las correcciones y el formato bibliográfico. En el texto apenas hay referencia de fuentes bibliográficas sobre la autora como trabajo investigativo. Se consultaron algunas entrevistas publicadas, pero muy sintéticas. Lamentablemente no pudimos acceder al trabajo de campo que en 2002 realizara la estudiante de la Licenciatura en Historia Kenia Breal, tutoreada entonces por el Dr. Constantino Torres, del Departamento de Historia General de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana. Por lo tanto, partimos casi de cero a pesar del reconocimiento público de Haydée Arteaga. Fue un trabajo mutuo donde Xiomara y yo aprendimos ambos de la voz de la protagonista. Posteriormente coordinamos la búsqueda de una nueva revisión de estilo por dos correctores –Esteban Llorach y Yaimara Dupuy– antes de la presentación final a las editoriales. Se presentó al Instituto Cubano del Libro, que se encontraba en proceso de “cambio de gobierno”, y posteriormente en 2018 por sugerencia de la Dra. María del Carmen Barcia contactamos a Mario Cremata, director de la Editorial Boloña, vinculada a la Oficina del Historiador, que finalmente nos entregó desde el principio todo su apoyo. Cremata conocía personalmente a Haydée y su estrecha relación con Eusebio Leal.

[4] Siempre hay resistencia entre el mito de la figura pública ya reconocida que fue Haydée Arteaga y la mujer imperfecta que transitó durante muchos años con mucho trabajo desde sus iniciativas individuales hasta el reconocimiento institucional. Fueron años de mucho bregar para imponerse como referente del trabajo y promoción de la lectura y la cultura. Recuerdo que me llamaba la atención la cierta ausencia documental del recorrido de su formación profesional, pues no teníamos copia de títulos, certificados ni clara referencia, producto de la vorágine de las épocas y cambios de sistemas sociales. Cuando triunfó la Revolución, ya era una mujer adulta con experiencia y trayectoria formativa. Muchos documentos quedaron extraviados y lamentablemente no pudieron recuperarse. Igual me pasaba con su estrato social en una sociedad racista, machista y adversa para la mujer negra doblemente discriminada, luego beneficiada por el proyecto social posterior de los años sesenta. Había cierta resistencia en el manuscrito a revelar tales procesos y Xiomara no tenía la información exacta en sus apuntes, lo que podía generar dudas en el lector. Finalmente encontramos un equilibrio en la redacción gracias a la revisión del texto. Claramente Haydée Arteaga se reinventó como protagonista de su historia de vida que con los años ganó notoriedad pública como personalidad cultural. Para el momento de la redacción del libro, ya ella era Haydée Arteaga, la Señora de los Cuentos. Por ello buscamos la coherencia entre el mito y la persona.

[5] ¿Cómo armonizamos las voces y qué papel desempeñó cada uno? Abuela fue siempre la primera voz y Xiomara, su intérprete. Luego las voces de Xiomara y la mía buscaron la armonía del relato para reflejar la historia de la testimoniante. No fue fácil la traducción de la voz de Xiomara que a su vez medió entre las voces de Haydée y la mía. Aprendimos mucho mutuamente y yo reencontré a Haydée en mis propios recuerdos. Es un acercamiento diferente al pasado cuando median condiciones emocionales que deben ser plasmadas en forma discursiva.

[6] El texto puede volverse a escribir de muchas maneras, pero estamos muy satisfechos con el resultado, sobre todo porque queríamos publicarlo en vida de la autora, que ya pasaba de los 98 años cuando se acometió la tarea hasta que salió a la luz. Esa voluntad de publicación “en vida” dejó posiblemente afuera la atención de muchos detalles, como las etapas y los recuerdos con Raúl, el esposo de Haydée, que vivió al lado de su carrera, él era pescador de hobby. También los recuerdos de otros familiares, como sus nietos, así como la profundización de los años cincuenta y sesenta, en los que se potenció su trabajo, entre otras aristas. Pero el producto final de alguna manera recogió todas esas facetas siempre sensibles de nuevas miradas e interpretaciones. Ahí está el libro y su constancia en la historia de la mujer negra en Cuba.

Artículo escrito en coautoría con Xiomara Calderón Arteaga y Alejandro L. Fernández.