¿Quién es Marta Cordiés Jackson? Me preguntaba, mientras se me otorgaba la tarea de entrevistar a esta mujer para nuestra revista. Busqué en los sitios donde usualmente encontrarías una reseña sobre la vida y la obra de personas de las que, a priori, sabes que han hecho cosas importantes. Nada apareció. Entonces puse su nombre en el buscador y dejé que me sorprendiera. Inmediatamente se abrió un abanico, disperso y copioso, de trabajos, estudios y eventos de los que esta mujer había sido parte y protagonista.

Ahí estaba, la directora del Centro Cultural Africano “Fernando Ortiz” de Santiago de Cuba, institución que no solo alberga un museo, sino también combina de forma interdisciplinaria el trabajo investigativo y comunitario. Su trabajo y el del centro se enfocan en mantener vivo el legado de las personas africanas y sus descendientes socializadas en el contexto de América Latina, y del Caribe en particular.

La autora de textos como “Soundjata y yo” y “Los recursos de orquestación en Heredia y la poesía negrista” fue también merecedora del “Premio Juglar por la Obra de Toda la Vida” que otorga el Festival Afropalabra, dedicado al arte de la palabra viva. Ha sido autora de importantes conferencias como “Presencia africana en la cultura cubana”, en la I Jornada de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo que se realizó en Camagüey en 2011, “Entre cuentos y tambores. Comunicación y discurso en la narración oral”, en el XII Simposio Internacional de Comunicación Social, y en el encuentro cienfueguero de sincretismo e identidad Aggó Ilé, dedicado al patrimonio inmaterial vinculado con los cultos sincréticos de origen afrocubano.

Recientemente organizó, junto al Centro Cultural Africano, la XVIII Conferencia Internacional de Cultura Africana y Afroamericana celebrada del 11 al 15 de abril de 2019 en Santiago de Cuba. En esta hubo ponencias presentadas por los miembros del Cuerpo Diplomático Africano acreditado en Cuba a través de Etiopía, Nigeria, Namibia, Ghana, y Gambia. También sesionó una importante Comisión de Género, Raza e Identidad, con fuertes debates sobre la violencia de género.

Siguiéndole la pista a Marta Cordiés se abre un mundo maravilloso a la creación cultural, académica y narrativa que se desarrolla en el oriente del país, la cual escapa muchas veces de nuestras miradas habano-centristas. De esta manera también conoces cómo la problemática racial cubana, además de su carácter nacional, tiene particularidades regionales, elemento fundamental si se quiere una compresión cabal del racismo en Cuba, así como su solución integral.

Y todo esto nos lo reescribe, transmite y deja como legado, a través de su palabra.

La historia de Cuba no puede entenderse ni estudiarse sin la historia del continente africano y de su diáspora. Sin embargo, ¿por qué sabemos tan poco de África en Cuba? ¿Por qué cree Ud. que nuestros currículos escolares (en cualquier nivel de enseñanza) no incluyen de manera contundente la historia de ese continente?

Esa es una pregunta que yo me he hecho muchas veces, sin encontrarle una respuesta satisfactoria.

Desde la posición del Centro hemos tratado de introducir el tema. Como profesora de la facultad, hubo una asignatura que ya desapareció en el nuevo plan, Estudios afrocaribeños, que impartí durante varios cursos. En ella conseguí, haciendo honor a su nombre, introducir los temas de cultura africana en relación con el Caribe. Abordábamos la creación del Caribe y lo que aportó el etnos africano en su constitución e identidad, transculturación, religiosidad, música, arte y literatura, lo que permitía a los estudiantes establecer un contacto básico con esta parte de sus raíces.

En la actualidad la facultad imparte Cultura Caribeña; queda a discreción del profesor, en el tanto por ciento que el programa permite al docente incluir temáticas, proponer temas que aborden la presencia africana en nuestra cultura.

La institución, además, está desarrollando un proyecto infantil con alumnos del segundo ciclo de enseñanza primaria, de tercero a sexto, que se denomina “Mi abuelo negro”, por el poema de Guillén, y que trata de lograr de manera didáctica acercar a los niños al conocimiento no solo sobre el legado africano, sino también sobre el continente. Ellos comienzan estudiando y profundizando en un país, luego tratan de relacionar ese conocimiento con los elementos del etnos africano presentes en nuestra cultura, trabajan con cuentos, adivinanzas, revisan historia, geografía, etc.

He sabido que varias veces en todos los niveles de educación se ha tratado el tema y la necesidad de lograr una presencia más activa de estos; sin embargo, lamentablemente, aún son poco o nada tratados.

A raíz de la divulgación del pensamiento decolonial, una de las acciones es poner la mirada en África contemporánea, en sus intelectuales, científicos, escritores y escritoras, artistas y profesionales en general, como también en las sociedades del continente africano, sus particularidades, logros, etc. ¿Qué cinco figuras o voces Ud. recomendaría para acercarnos al pensamiento africano que nos ayuden en el proceso de decolonizarnos?

Lo primero que recomendaría, sin lugar a dudas, es revisar la colección de ocho volúmenes de la Historia de África, editada por la UNESCO, porque en esos libros están representadas las voces de los intelectuales africanos más avanzados y con una visión de los problemas del continente actualizada.

Aquí tuvimos una importante colección que publicó Letras Cubanas, donde estuvieron muchos autores, no solo literarios, como Amos Tutuola, Thomas Mofolo, entre otros.

Es que el tema de lo descolonial en relación con el Continente precisa un estudio profundo, porque cada país tuvo y tiene una forma de enfrentarlo.

Desde Hampate Ba, cuando estudia sobre la tradición oral, Ki-Zerbo abordando los temas históricos, todo cuanto escribe Obenga sobre la cultura Bantu. Creo que el pensamiento africano debe ser estudiado desde todas las voces. Para mí, en mis años de estudio, no es que una voz sea más alta que otra, es que cuando me acerqué a ellos, ávida de conocimientos, todos y cada uno tuvieron algo importante que decirme, algo que no solo me ayudó a comprender África, sino también mi propia realidad de afroamericana, el “ser” caribeño que todos portamos dentro.

En la XV Conferencia Internacional de Cultura Africana y Afroamericana, Ud. expresó que “África no nos queda tan lejana como pensamos”, y una de esas cercanías pasa necesariamente por el Caribe. Cuba a lo largo de su historia ha sido puerto de importantes migraciones procedentes de Haití, Jamaica, también de la República Dominicana. De esas migraciones, culturas y vidas, ¿qué se mantiene en Santiago de Cuba o en el Oriente del país?

Me alegra esta pregunta porque me permite abordar un aspecto que es la sedimentación de la cultura, proceso que se inicia como Ortiz describió, como transculturación. Es decir, la cultura que surge de un contacto intercultural prolongado cuya matriz simbólica comienza desde su primaria formación hasta asimilar y refuncionalizar todos los elementos nuevos necesarios para darle una conformación y una identidad propia.

Cuando expresé que África no nos era tan lejana, me refería justamente a eso, a todos esos elementos que heredamos pero que en la lógica de la sedimentación cultural y funcionamiento de una matriz simbólica ya hemos hecho nuestros, tanto que para descubrir un origen definido tenemos que detenernos en la vida cotidiana: para saber si exactamente, como describía ese maravilloso investigador Fernando Boytel Yambu, el congrís nos viene de Haití, porque al frijol negro se le decía congo y riz es arroz, formando una voz congoriz que con el tiempo quedó congrís. Sin embargo, en Ghana, en una visita, comí un arroz que se cocina con el mismo principio del congrís, la diferencia es que ellos le añaden una alta dosis de picante. Tendríamos que detenernos a saber si nuestro congrís, que cada ama de casa en Cuba hace de una forma diferente, es haitiano o africano. Yo prefiero pensar que ese sustrato que hace que África no nos quede tan lejana se debe justamente a eso, porque está sedimentada, firmemente asentada en la matriz simbólica que nos define como cubanos.

En su muro de Facebook tiene un cartel cuyo slogan propone decir “no a la discriminación racial en el ámbito educacional”. Es sabido que los planes de estudio en Cuba no brindan la merecida atención a la participación de la población afrodescendiente en nuestra sociedad, historia y cultura, etc. ¿Qué opiniones tiene sobre este asunto?

Ese cartel, al que alude, fue porque compartí una campaña organizada por la UNESCO en la que abordaba justamente ese problema en su contexto global, como corresponde a la organización. Muchos países enfrentan problemas serios en ese campo y yo creo que si cada cual pone su granito de arena en contribuir a la lucha para erradicarlos sin duda estamos tratando de crear un mundo mejor para todos en todos los ámbitos y contextos. Uno de mis libros preferidos ha sido siempre Piel Negra Máscaras Blancas de Frantz Fanon, sobre todo por ese párrafo final que me atrevo a citar en esta entrevista:

El negro no es. No más que el blanco. Los dos tienen que apartarse de las voces inhumanas que fueron las de sus antepasados respectivos a fin de que nazca una auténtica comunicación. Antes de empeñarse en la voz positiva, la libertad tiene que empeñarse en un esfuerzo de desalienación. (…) los hombres pueden crear las condiciones ideales de un mundo humano mediante un esfuerzo de reasunción de sí, y de desprendimiento voluntario, y de tensión permanente de su libertad.

La problemática racial cubana, además de histórica, tiene sus particularidades atendiendo al espacio geográfico-cultural donde se ha desarrollado. En La Habana tiene sus especificidades, así como en Camagüey y en Santiago de Cuba. ¿Podría explicarnos un poco sobre las características de la problemática racial en Santiago?

La problemática racial en Santiago de Cuba se ha movido durante mucho tiempo basada en la segregación de estamentos sociales, es decir, había una población de clase media de profesionales, que tenían sus propios espacios, una población de ricos que tenían los suyos, las clases trabajadoras se concentraban alrededor de sus barrios y los grupos marginales, entiéndase los más pobres, se quedaban en sus espacios. Esta segregación cambia radicalmente al triunfo de la Revolución, pues al abrirse un abanico de posibilidades materiales e intelectuales, al crearse espacios de integración e intercambio social, necesariamente una serie de patrones caen. Por otra parte, el santiaguero, por idiosincrasia, siempre ha sido gregario y social, de manera que había una serie de vasos comunicantes de un estamento social a otro, había, y lo sé por mi propia familia, un sentido humano de ayuda y convivencia de los unos con los otros.

Una parte importante de la relación con África es la religiosidad y conocemos su interés en dicha temática. Hace unos meses se suscitó un debate acerca de las Iya Oni Ifa, ¿cuáles son sus consideraciones al respecto?

No tengo ninguna, lo que estudio sobre la religiosidad son los fundamentos orales que han posibilitado la transmisión y conservación de la misma. Las Iya Oni Ifa son personas que tienen una manera de demostrar su fe y en ese punto, creo que cada cual tiene el derecho de profesarla como considere. Es un debate que no me concierne.

¿Nos podría hablar acerca de su relación con la narración oral?

MARAVILLOSA. Narrar cuentos, historias, forma parte de mí misma desde siempre, porque el acto de narrar me ha permitido desarrollar un trabajo investigativo, pues cada vez que me acerco a una historia, antes de contarla tengo que saber sobre ella, sobre su surgimiento, seguir la cadena de trasmisión, etc. Así es que los cuentos, las leyendas me han demostrado que existe otra cara de la vida. Amo, profundamente, mi trabajo de narradora oral y en relación con esta y la pregunta anterior, muchas de mis narraciones, además de cuentos africanos, están basadas en los patakíes o historias de santo, con los que hice un disco que tiene sello de la EGREM.

A veces la academia, con fuerte apego al documento, suele resistirse a incorporar la tradición e historia oral como fuentes legítimas de conocimiento y saberes. ¿Qué opina usted sobre esto? ¿Qué importancia le concede a la oralidad en la construcción e investigación históricas? ¿Y para la reconstrucción de las diferentes historias de la población afrodescendiente cubana?

Me parece muy importante, ya se ha demostrado que las fuentes orales juegan un papel importante en la investigación histórica y en la reconstrucción del ethos social de un grupo humano dado. Para mí, estudiar oralidad es importante en tanto que es una forma de comprender mi entorno, de poder valorar hasta qué punto, solo con su memoria, esos hombres y mujeres que llegaron a nosotros hace tantos siglos en franca inferioridad, lograron ganar una batalla tan compleja como es conservar y trasmitir su cultura. Lo que hoy tenemos del legado africano lo debemos en una gran parte a la oralidad, a ese cuento que fue transformando los grandes felinos africanos en el perro jíbaro, el antílope en el venado, que logró que el polvo de marfil que en África cubría el tablero de Ifa aquí se hiciera con el ñame.

Ellos, nuestros antepasados, se adueñaron de un medio ambiente que les era totalmente desconocido y no solo lo adaptaron, sino que en ese sistema de sustituciones que crearon lograron conquistar ese mundo, ponerlo a su favor y legárnoslo solo con la fuerza de su palabra.

Foto: Jorge Luis Baños/IPS

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Written by

Milagro Álvarez Leliebre

(La Habana, 1995)
Graduada de Historia de la Universidad de Habana (2018). Premio Calendario 2021, Categoría Ensayo: «Entre la integración y el negrismo. La problemática racial en la prensa cubana (1959)».