Octubre siempre ha sido un mes de celebraciones patrias. El 10, Carlos Manuel de Céspedes le dio la libertad a los esclavos, pero nadie lo vinculaba con las luchas contra España antes de 1868. Tampoco nos decían que en el centro del Grito de Yara estaba también el miedo al negro, la decapitación del conspirador José Aponte, quien lideró el primer levantamiento abolicionista nacional, y el blanqueamiento del patricio José Antonio Saco, reformista y antianexionista. 

La historia narrada como un parteaguas civilizatorio de la cual Céspedes se levantaba incólume, como después José Martí y más tarde Fidel Castro. La revolución era una, única y auténtica; sin máculas, progresiva, ascendente. No había una comprensión de los múltiples factores que llevan a un día a ser un acontecimiento. El mito había borrado las voces negras, esclavizadas.  

El 12, la llegada de Colón en La Niña, La Pinta y Santa María. Bautizaba a su paso “la tierra más hermosa que ojos humanos hubieran visto”, plantaba la bandera declarando como español todo territorio al que tocase. El mercado desigual, el choque de culturas, la lengua impuesta, el lenguaje criollo, las sociedades coloniales nacientes. Toda una madeja de hechos, no ensalzados, que ocultan las culturas originarias y transplantadas; que enaltecen mediante el silenciamiento la cultura eurocéntrica.

La llegada de Colón era una novela de ciencia ficción, según los maestros. Un mito moderno de Odiseo aunque, a diferencia del rey de Ítaca, quien estuvo diez años navegando, Colón solo demoró tres meses para tocar tierra.

Como fantástica fue la primera enunciación de América: la naturaleza exuberante no era como la europea; los animales caprichosos no eran como los de allende los mares; el indio no era como “nosotros”.

La fijeza de siglos de islas paradisíacas como las hembras más bellas, las mulatas más hermosas y las negras más dóciles sigue encadilando a los ojos del foráneo. Recientemente, un izquierdista latinoamericano “decolonial” ofrecía una mirada de Cuba estereotipada.

Con Colón llegó Europa a América, ¿alguien sabe cómo se les llamaba antes a estas tierras? Y con ella, una hispanidad, una africanidad y ancestros negros, un amor por el mar. Una historia de dolor. Con Colón llegó el dolor también.

Foto: Teddy Tavan

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