Llegué a la obra de Sara Gómez (La Habana 1942-1974), como diríamos en buen cubano, por carambola. En el ya lejano 2005 me disponía a convertirme en una especialista de los procesos culturales, lo cual pasaba necesariamente por la asistencia a un curso de cultura cubana que auspiciaba una de las tantas instituciones del ministerio del ramo. Una de las asignaturas de aquella especie de diplomado fue cine cubano y María Caridad Cumaná, una de las figuras más importantes de la crítica e investigación de cine cubano, me introdujo o estimuló a escudriñar la obra de Sarita.
En aquel tiempo yo cursaba paralelamente la maestría de género, la primera emisión de esos estudios de postgrado en el país, y aunque el proyecto de investigación que me había permitido entrar a dicho programa se relacionaba con mujer y SIDA, no dudé un segundo en revalorar mis intereses y proponerme otro campo de estudios, el que por demás no sería ni mínimamente abordado en la maestría.
De esta manera llegué a Sara Gómez, la primera cubana que dirigió un largometraje en el ICAIC, también a la trilogía sobre la Isla, a De horas extras y trabajo voluntario, a Atención Prenatal, hasta revisar lo que quedaba en ese entonces de sus cinco audiovisuales para la Enciclopedia Popular, 14 documentales y, por supuesto, De cierta manera (1974); pero esta vez, acercándome desde el feminismo socialista, en relación con el nuevo paradigma de hombre, cuyos mejores ejemplos son Mario y Yolanda, protagonistas del mencionado largometraje, el feminismo de cine y sus indagaciones acerca del rol del espectador/espectadora y de las mujeres que hacen cine y el feminismo negro, en tanto la desigualdad social, equidad racial y el racismo son preocupaciones fundamentales que atraviesan varias obras de Sarita.
En julio de 2007 tuvo lugar en Santiago de Cuba la muestra de cine y fotografía y cine organizada por la promotora cultural Yuset Candebat y Alfredo Hernández, hijo de Sara Gómez, a la que fui invitada. La Biblioteca Elvira Cape de Santiago y la sala Titón de la sede santiaguera de la Unión de Escritores y Artistas acogieron el evento.
Luego, un grupo de amigas organizamos en 2007 un coloquio para revisitar la obra de Sara. Junto a Sandra del Valle, Norma Guillard, Karen Rodríguez y Danae C. Diéguez, y con el auspicio del Instituto Superior de Arte, durante varias jornadas hablamos de la Sara cineasta, exponiendo fotografías, visionando algunas de sus pelis. Las participaciones de Rigoberto López, asistente de dirección en De cierta manera (1974), y de Inés María Martiatu, amiga e investigadora de la obra de Sara, constituyeron momentos de lujo del coloquio.
Durante la realización de la investigación para optar por el grado de Maestra, no fue una tarea fácil abordar la obra de Sarita desde tres vertientes feministas, especialmente la de cine y afrofeminismo, sobre las cuales, hace 15 años atrás, muy poco se sabía en Cuba y cuya bibliografía, que había que conseguir fuera del archipiélago, estaba principalmente en inglés o francés. Este fue sin dudas uno de los retos más importantes. Al mismo tiempo, quiero hacer notar que en ese entonces el feminismo (como en la actualidad) era una (muy) mala palabra en Cuba, de manera que muches realizadores o crítiques no aprobaban la idea de que la producción cinematográfica de Sarita fuese leída o escrutada precisamente desde ahí. Era como si al hacerlo se cercenara su obra; como si abordar sus aportes al tratamiento de la desigualdad entre mujeres y hombres implicara desprestigiar su legado cinematográfico.
Yo no tengo ninguna duda de que Sara jamás catalogó su obra como feminista. Tampoco era que el contexto lo incitara (ser feminista o tener preocupaciones en este sentido significaba ser burguesa). Sin embargo, su cine tiene una inspiración profunda en este sentido. Mi aporte es una obra cumbre dentro del feminismo de cine. Y esto no es una camisa de fuerza.
El cine, como medio de comunicación de masas, es de tal agresividad que muy a menudo siento mi profesión como un reto y un privilegio. Cuando pensamos que millones de espectadores con diferentes niveles y extracciones van a recibir nuestras imágenes sonoras y que estas les agredirán en la pasividad de una sala cinematográfica garantizando toda la atención de aquellos, nos sentimos obligados a un rigor ideológico y formal sin límites. Y en nuestro caso, que los complejos recursos técnicos que se necesitan para la realización de una película han sido creados por esa propia masa de espectadores, el compromiso es múltiple. Tenemos una serie de necesidades que satisfacer que abarcan desde la simple expansión hasta la información y la formación. Tenemos un público tan vasto que va desde dirigentes y obreros en las áreas urbanas hasta campesinos en la regiones serranas; y entre ellos, una masa de niños y adolescentes con un criterio que se amplía con el creciente desarrollo de los planes de educación integral. Por ellos y para ellos habrá que hacer un cine sin concesiones, que toque de raíz sus intereses, un cine capaz de expresarlos en sus contradicciones y que tenga como objetivo ayudar a hacer de todos nosotros hombres capaces de plantearse la vida como un eterno conflicto con el medio en el que solo el hombre deba vencer. ¿Será demasiado ambicioso? ¿Podremos lograrlo? Ese debe ser el propósito.
Gómez Yera, Sara: «Los documentalistas y sus concepciones», en Pensamiento crítico, dedicado al Cine cubano, No. 42, La Habana, julio, 1970, pp. 94-97.
Sin embargo, lo que me sobrecoge hasta el día de hoy es el mito en el que Sara se ha convertido a propósito de su muerte tan temprana y aún incomprensible.
Encontrar quien me hablara de Sara, quien pudiera darme pistas para conocer su vida, pues la obra yo la tenía a mano, constituye hasta el día de hoy una quimera. Familiares que aún no rebasan su muerte, amigues y colegas que prefieren recordar de ella tan solo algunos rasgos de su personalidad, me entregaban una Sarita con límites, enquistada, un mito, el que también pasa por el desconocimiento de su obra. Muchas personas hablan de ella sin haber visto las películas. Sara Gómez es mucho más que De cierta manera. De hecho, si me preguntasen cuáles audiovisuales habría que visionar para profundizar en su pensamiento, diría que El solar (1968), En la otra isla (1968), Mi aporte (1972) y Atención Prenatal (1972).
Por diversas razones tengo un libro sobre Sara engavetado hace 13 años, o más bien, guardado en una nube y en un disco duro. Quizás cuando Sara deje de ser un mito, cuando su obra restaurada y digitalizada quede finalmente a disposición de todas las personas, cuando su estudio sea obligatorio en pregrado, postgrado, escuelas de cine, etc., cuando en Cuba se publiquen muchos artículos, libros sobre ella, quizás en ese momento, ya no hará falta que publique mi libro y lo celebraré.
Foto: Archivo del ICAIC.
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