Mi inteligencia no es femenina (ni masculina)
Mis orejas no son femeninas (ni masculinas)
Ningún órgano de mi cuerpo posee género, ni mi hígado, riñones, ni mi corazón, mis nalgas o mi vagina
El viento cuida de nosotres, los ríos calman nuestra sed, la tierra nos abraza y nos cuida: y no es por ello que el cuidado es femenino (ni masculino).
Los ríos también tienen curvas (y ni por eso son mujeres)
El sol que calienta las plantas no es hombre (ni mujer)
La tierra floreciendo, la lluvia cayendo no son mujeres (ni hombres)
De la misma forma que un rayo no es hombre ni una mariposa es mujer, el binario de género nos describe muy mal
Cuando dicen que solamente el humano puede ser hombre y mujer, quieren decir que: o se es humano o se es bicho
Solo elogian el humano/humanizado porque ven el bicho como una ofensa
“Parece animal” quien no es civilizado
Es de esa jerarquía del humano (entre sí y con los demás seres) que se derivan todas las violencias
Si el mundo colonial nos ve y clasifica a partir de sus criterios, no será por eso que tomaré sus reglas como algo saludable. El folklor de género no tiene sentido para mí, ni su mitología de que el color de rosa del cielo es color de mujer y el azul del mar, color de hombre.
Cuidado, afecto, sensibilidad, fuerza, inteligencia, todo eso existe en el mundo y no es cosa de mujer (ni de hombre)
Al no ser creyentes de género podemos descentralizar al humano del sentido de las cosas
Ser humano no significa ser uno más entre muchos bichos, sino el principal, el más importante, el mejor
Es precisamente eso lo que no soy, lo que no somos
Contrariando todas las ficciones coloniales con orgullo digo: no soy mujer (ni hombre)
Traducción: Yarlenis Mestre Malfrán.
Foto: Monique Marchel